Se ha presentado ante la sociedad
mexicana el Plan Nacional de Desarrollo. Presentación a cargo del presidente
Enrique Peña Nieto, el lunes 20 de mayo desde el Palacio Nacional. Es la venta
mayor de expectativas de cada gobierno recién instituido desde que se
estableció el Sistema de Planeación Democrática en tiempos de José López
Portillo. Como en ese entonces el gobierno estaba en su último tramo, sólo se
hizo el ensayo del Plan Global de Desarrollo. De Miguel de la Madrid a nuestros
días cada gobierno ha formulado su Plan bajo el formato mencionado. Al final,
ni quien se acuerde del PND pues otras son las prioridades de los políticos. No
queda claro si se cumplió pues nadie le importa, menos al que va saliendo de
Los Pinos. Por eso la pregunta ¿A dónde íbamos con el PND? Ojalá el presidente
Peña Nieto nos hubiera dado la oportunidad de comunicarnos la experiencia de la
planeación democrática de los gobiernos que le precedieron. Nos privó de ese
placer.
El hecho es que ya hay Plan, de
arquitectónica muy parecida a los dos anteriores, puesto que se utilizan los
cartabones de ese enunciado pleonasmo llamado planeación estratégica. El riesgo
es reinventar el quesillo Oaxaca en medio de cinco ejes y tres enfoques “transversales”.
Sí, como lo hicieron en cierta medida Fox y Calderón. Es pertinente tomar en
cuenta una realidad, generalmente el copioso contenido del PND no llega a los
ciudadanos de a pie. Si acaso les llega la propaganda y no les merece la mayor
de las atenciones. El reto ahora es no reincidir en la elaboración del mencionado
quesillo. Qué se requiere para que la grandilocuencia alcance las cimas exquisitas
de la política ejecutada en la consecución efectiva, no simulada, de los
resultados esperados:
a)
Disciplinar a la alta burocracia para evitar que
las agendas personales se impongan. Sin esa disciplina se condena al Plan a agregarse
como una piedra más al monumento al fracaso. Peña Nieto no ha terminado de
depurar la alta burocracia, quien de seguro le metió mano al Plan. Se tiene
claro que quien engaña una engaña dos, engaña mil veces.
b)
Disponer de los recursos fiscales para cumplir
los propósitos del Plan en lo que a los compromisos del gobierno concierne.
c)
Efectividad en la rendición de cuentas y combate
a la corrupción. De nada sirve contar con los recursos si éstos no están
aplicados con probidad para realización de los bienes y servicios públicos.
Éste es el trípode desde el cual
el gobierno puede fincar algunas esperanzas respecto al cumplimiento del PND.
Por qué del escepticismo, por la razón de que en una economía desregulada, como
la que impera hoy en día, el gobierno propone y el mercado dispone. A menos de
contar con un gobierno centralizado y de economía dirigida como el de China,
donde se pueden dar el lujo de planificar un Producto Interno Bruto por arriba
del 6% anual. No es el caso de México. Es más, se perdió la brújula de
entendimiento entre el crecimiento económico y el desarrollo.
Un apunte final, sobre los
llamados indicadores. Hasta donde sé, en el pasado reciente éstos ya se han
incorporado en los programas sectoriales, lo malo es que se hicieron a la trompa
talega, sin la oportuna y suficiente correspondencia presupuestal y la levedad
de no ser sancionable su incumplimiento. Por ejemplo, el indicador de vivienda
del sexenio anterior, su meta para ser preciso, Calderón presumió su cumplimiento.
Hoy sabemos que hay cinco millones de casas deshabitadas y muchos acreditados
en condición de morosidad en el pago de los créditos. El cumplimiento se
convirtió en problema heredado para la actual administración.
Se tiene que ser cuidadoso con la
propuesta de indicadores y no celebrarlos por anticipado. Poner bien su línea
base y su movimiento hacia la meta esperada a fin del sexenio. De preferencia,
usar fuentes del mismo gobierno, si no tienen la información oficial denunciar
la anomalía, pues de otro modo sería encubrir a anteriores gobiernos.
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