Sana disposición la que tiene el
funcionario de plasmar sobre el papel, con cierta emoción, las ideas y los
retos que animan su quehacer público. Quien escribe sin la necesidad de un
requerimiento oficial que lo obligue, sólo nada más por la responsabilidad y el
compromiso de saberse al servicio de sus conciudadanos por el hecho de ejercer
recursos públicos. Es el ejemplo que deja Raúl Cremoux y ojalá persevere en el
mismo. Por otra parte, el funcionario que escribe no es novedoso, la lucha
entre liberales y conservadores en el siglo XIX es un rico antecedente que no
se ha constituido en una consistente tradición, son casos aislados y tal vez la
experiencia más cercana se encuentre en el sexenio de Carlos Salinas de
Gortari.
En la celebración de los veinte
años del Canal 22, su director nos deja un extracto de su discurso en La
Crónica (24-05-2013) No condena el pasado que es breve todavía. No descalifica.
No reclama reformas, se adapta al marco heredado y se dispone a aprovecharlo
con imaginación. Su propósito es claro: propiciar a través de la política
cultural desarrollo humano, consciente de que en la burocracia, sus pirámides y
competencias no pocas veces absurdas, no siempre se dan las condiciones para lograr
buenos propósitos.
Se dirá que a él le resulta fácil
exponer porque lo ha hecho como una forma de vida en su calidad de comunicador.
No se envuelve en la bandera nacional, ni se escuda en encriptado lenguaje
técnico alguno, mucho menos recurre a la manida convocatoria de la “productivida”.
Raúl Cremoux no es un político, ni un técnico, con ellos tendrá que batallar.
Sería fabuloso que alcanzará buen entendimiento con quienes ahora es compañero
de viaje.
No es generalizado, pero dentro
de la burocracia los funcionarios con responsabilidad administrativa en el
manejo de recursos públicos no hay el mínimo interés por asumir como un acto de
trasparencia hacia los gobernados, la publicación periódica de sus ideas. Los
de más alta responsabilidad confían en la propaganda machacona o en las
instantaneidad del tweet, o prefieren dejar en manos del columnista las prendas
de su reputación.
Si regularmente los encargados de
organismos públicos se dieran a la disciplina de explayar lo que piensan en
forma de artículo o ensayo, ya no sólo por la convicción respecto al derecho a
la información pública, sino como la construcción de una ética de la
responsabilidad genuinamente interiorizada. Pero eso no se nos da, no lo recibimos
con frecuencia. Nos quieren conformar con fotografías de ensayada sonrisa y
elogioso pie de foto. No obstante, contra este tipo de publicidad surgen
noticias que nos hablan de la “vandalización” de las arcas públicas o de las
tropelías que cometen los parientes que consideran el cargo de su consanguíneo
una patente de corzo.
Con alguna dedicación a la escritura
y su correspondiente publicación, los funcionarios tendrían una constante labor
de autoconvencimiento acerca de sus deberes y compromisos, que a la vez sería
formidable complemento a la rendición de cuentas.
Sé que no es fácil. Arraigadas
convicciones y evidentes incapacidades se oponen a este acto de comunicación
pública. Como dijo el clásico “somos actores, no autores” y hasta se podría
parafrasear al Caballo pelotero: “si yo escribiera, estaría en la Real Academia”.
1 comentario:
Comparto la esperanza de ver en este individuo, y la certeza, a una persona que hará su trabajo creativamente, si atenerse a una coyuntura política, me gustó la figura de envolverse en la bandera. Los funcionarios, en todo caso deberían tenerla muy alto, pero jamás usarla de escudo para sus intereses personales. Quiero decirte que a través de tu escritura, noto la serenidad del mejor padre del mundo. Te quiero mucho. Y me gusta como escribes.
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