lunes, 27 de mayo de 2013

La escritura y el funcionario


Sana disposición la que tiene el funcionario de plasmar sobre el papel, con cierta emoción, las ideas y los retos que animan su quehacer público. Quien escribe sin la necesidad de un requerimiento oficial que lo obligue, sólo nada más por la responsabilidad y el compromiso de saberse al servicio de sus conciudadanos por el hecho de ejercer recursos públicos. Es el ejemplo que deja Raúl Cremoux y ojalá persevere en el mismo. Por otra parte, el funcionario que escribe no es novedoso, la lucha entre liberales y conservadores en el siglo XIX es un rico antecedente que no se ha constituido en una consistente tradición, son casos aislados y tal vez la experiencia más cercana se encuentre en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

En la celebración de los veinte años del Canal 22, su director nos deja un extracto de su discurso en La Crónica (24-05-2013) No condena el pasado que es breve todavía. No descalifica. No reclama reformas, se adapta al marco heredado y se dispone a aprovecharlo con imaginación. Su propósito es claro: propiciar a través de la política cultural desarrollo humano, consciente de que en la burocracia, sus pirámides y competencias no pocas veces absurdas, no siempre se dan las condiciones para lograr buenos propósitos.

Se dirá que a él le resulta fácil exponer porque lo ha hecho como una forma de vida en su calidad de comunicador. No se envuelve en la bandera nacional, ni se escuda en encriptado lenguaje técnico alguno, mucho menos recurre a la manida convocatoria de la “productivida”. Raúl Cremoux no es un político, ni un técnico, con ellos tendrá que batallar. Sería fabuloso que alcanzará buen entendimiento con quienes ahora es compañero de viaje.

No es generalizado, pero dentro de la burocracia los funcionarios con responsabilidad administrativa en el manejo de recursos públicos no hay el mínimo interés por asumir como un acto de trasparencia hacia los gobernados, la publicación periódica de sus ideas. Los de más alta responsabilidad confían en la propaganda machacona o en las instantaneidad del tweet, o prefieren dejar en manos del columnista las prendas de su reputación.

Si regularmente los encargados de organismos públicos se dieran a la disciplina de explayar lo que piensan en forma de artículo o ensayo, ya no sólo por la convicción respecto al derecho a la información pública, sino como la construcción de una ética de la responsabilidad genuinamente interiorizada. Pero eso no se nos da, no lo recibimos con frecuencia. Nos quieren conformar con fotografías de ensayada sonrisa y elogioso pie de foto. No obstante, contra este tipo de publicidad surgen noticias que nos hablan de la “vandalización” de las arcas públicas o de las tropelías que cometen los parientes que consideran el cargo de su consanguíneo una patente de corzo.

Con alguna dedicación a la escritura y su correspondiente publicación, los funcionarios tendrían una constante labor de autoconvencimiento acerca de sus deberes y compromisos, que a la vez sería formidable complemento a la rendición de cuentas.

Sé que no es fácil. Arraigadas convicciones y evidentes incapacidades se oponen a este acto de comunicación pública. Como dijo el clásico “somos actores, no autores” y hasta se podría parafrasear al Caballo pelotero: “si yo escribiera, estaría en la Real Academia”.

1 comentario:

Fiat Domingo dijo...

Comparto la esperanza de ver en este individuo, y la certeza, a una persona que hará su trabajo creativamente, si atenerse a una coyuntura política, me gustó la figura de envolverse en la bandera. Los funcionarios, en todo caso deberían tenerla muy alto, pero jamás usarla de escudo para sus intereses personales. Quiero decirte que a través de tu escritura, noto la serenidad del mejor padre del mundo. Te quiero mucho. Y me gusta como escribes.

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