Concluido el cerco de 24 horas a
las instalaciones de Televisa Chapultepec del viernes 27 de julio, el
movimiento #YoSoy132 concluye también su etapa espontánea eclosionada por un
incidente de mala comunicación entre los estudiantes de la Universidad
Iberoamericana y los dirigentes del PRI, durante un acto proselitista de
Enrique Peña Nieto en mayo pasado.
Con los seis puntos consensados,
a manera de manifiesto mínimo, se suben a la arena política reivindicando el
poder popular de la asamblea de pueblos, colonias y barrios frente a su
decepción de la democracia electoral, los partidos y demás instituciones
electorales. No lo tienen que hacer explícito, su definición es de izquierda y
eso está bien, aunque lo decidan instituyéndose como fuerza política
extralegal, es decir, sin el ánimo de acogerse al esquema de organización
política reconocida dentro del COFIPE.
El sujeto revolucionario visible
son los estudiantes, aunque no lo digan así. Tal vez guarden esa denominación
para los electricistas del SME o los ejidatarios de San Salvador Atenco. O
puede ser que se cubran con el manto ciudadano del que ha vivido la izquierda
partidista desde que tiene existencia presupuestal. Eso del sujeto
revolucionario ya no aplica para la revolución que no toma en cuenta la
posición dentro del proceso de producción material, sino el dominio y uso de
las redes sociales.
Hay que darle tiempo al tiempo,
si finalmente #YoSoy132 quedan absorbidos dentro de una organización política
formal, se alían con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional que no
quieren saber nada de partidos o coinciden con el movimiento de los familiares
de las víctimas de la guerra de Calderón en contra del narcotráfico, el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que se ha mantenido como una
organización ciudadana de diálogo sin complacencias y por la reforma de las
instituciones para una mejor procuración e impartición de justicia. O bien
concluyen como una modalidad de cambio con éxito. Es cuestión de tiempo.
Por lo pronto la base del
movimiento es estudiantil y tendrán que definirse en el cuerpo del debate
educativo. Educación pública o privada, laica o confesional. Son diferencias
que hasta ahora no han sido factor para su aglutinamiento. Su aglutinante ha
sido Enrique Peña Nieto, aunque no lo mencionen en su manifiesto (Rafael
Cardona dixit) si bien cada que salen
a los medios para ser entrevistados se pronuncian en contra de la “imposición”
de Peña Nieto, sin si quiera darnos un reporte como observadores electorales en
las casillas. Si ese pronunciamiento tiene fundamento en las pesquisas
obtenidas como observadores o proviene de una aversión previa hacia el
candidato ganador.
No reparan en lo que han logrado
y apuestan a ir por más, pues han sido afectados por la cultura de la ilegalidad
que permea a nuestras élites, para quienes la ley sólo es aplicable a los
pendejos. Por eso no quieren atenerse formulismos legales, la acción directa es
método de lucha.
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