En pleno desayuno llego a la
pagina de opinión de El Universal
/A17 -que en miércoles es de las más atractivas de la prensa nacional. Leo los
lamentos de Mauricio Merino por lo poco que se hizo durante las
administraciones panistas para consolidar el Servicio Profesional de Carrera.
Administraciones que lo fundaron con la llamada coloquialmente Ley Burocrática,
con la finalidad de dar estabilidad laboral y promover el profesionalismo en
los cuadros de confianza de la Administración Pública Federal terminó hecha un
batidillo. Ni estabilidad, ni profesionalización. Lo peor, según Merino, es que
la nueva administración vendrá a recoger el botín, hacia el nuevo asalto lo
llama.
Se queja que fue hasta las
postrimerías del actual sexenio cuando se lanzó el Programa para el Servicio
Profesional de Carrera, de acuerdo a lo publicado en el diario Oficial el lunes
30 de julio. Más que un programa, el sexenio fenece el 30 de noviembre y poco
se puede hacer ya, es un estudio aderezado con líneas o recomendaciones
tardías. Bien se pudieron hacer al principio del gobierno de Felipe Calderón y
lo propuesto ahora son patadas de ahogado.
La cuestión es que la
administración entrante tendrá que desbaratar el lío que tiene por herencia,
pues no de puede ir a ningún lado con semejante lastre.
Por qué se pervirtió la ley y sus
propósitos, esa es la pregunta pertinente.
Por varias causas: la ley se uso
para formar una casta de funcionarios panistas que no pudo cuajar. No se
consolidó esa casta por su aversión a la administración pública y su constante
espejeo con la gestión empresarial. Literalmente esta confusión se acompañó del
apetito de ganancias, que en el sector público tiene un nombre: corrupción. La
discrecionalidad, el patrimonialismo y el abuso de poder a pesar y en contra
del nuevo marco legal.
Los puestos adquiridos a través del Servicio Profesional
de Carrera tarde o temprano entraban en colisión si se daba cambio de
directivos. En este aspecto hay que considerar que en ciertos niveles,
Directores Generales, similares y hacia arriba, un cambio de directivo genera
en cascada la solicitud oral de la renuncias. Así se torcía, y se sigue
torciendo, la ley, bajo la inercia de que son puestos de confianza. Ésta se
concede o se quita. Si no se cumple la solicitud viene el congelamiento, la
intimidación, hasta rendir al funcionario en capilla. Si eso no se da, se arma
expediente y se obliga el cese. Fruto no deseado ha sido el crecimiento de
demandas laborales en contra del gobierno federal.
La ley se rebajó, se ignoró en
sus virtudes inherentes y quedó al servicio de los cuates. La experiencia, el
perfil profesional y el perfil sicológico, agregaría yo, no se hicieron
decisivos, pues la Función Pública en su oficio alcahuete de prevaricación
terminó por darle sanción legal a la perversión.
Esa es la breve y triste historia del Servicio Profesional de Carrera en la
Administración Pública Federal de México.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario