“Recurrí a los
militares por la catástrofe en la que hallé el país.”
Andrés Manuel López
Obrador
Si se llega a escribir la historia administrativa del actual gobierno, dado el caso se le contrastará con las administraciones que le antecedieron. Entonces nos daremos cuenta de que la transformación no pasó por el aparato de la Administración Pública Federal. Se sigue haciendo caravana a lo que diga el detentador del Poder Ejecutivo. Como cada sexenio, el gobernante en turno trae sus cuadros y barre con los existentes. Los nuevos, por lo general, llegan con talante autoritario y en su aprendizaje inicial echan a perder hasta lo que estaba mejor puesto. En tiempo de sucesión presidencial, la mayoría de esos cuadros está viendo como sobrevivir a la elección del próximo domingo 2 de junio. No les tengo que decir que el servicio profesional de carrera ha sido un fracaso, verdad.
La base burocrática, mal
pastoreada por sus líderes sindicales, la pasa sin hacer olas, con el cuidado
de no caerle mal al funcionario o plegarse a solicitar cambio de área de
adscripción si la situación se vuelve complicada. Estos empleados, sin
estímulos, no tienen diluvio por venir que los espante. La base laboral es algo
y el sindicato de la dependencia por lo general tiende a defender el empleo.
Esa es la descripción sociográfica
de lo que el presidente López Obrador llama el elefante reumático. En la
impotencia para transformar al aparato, se optó por darle a la Secretaría de la
Función Pública un bajo perfil para no dar lugar a sospecha de que algo no esté
bien.
Por eso se entiende el recurso de
apoyarse en los militares. Que quede claro, para administrar, no aliviar, el
desastre heredado. Si acaso, los militares ya no son factor de violencia de
Estado. En contraste, no se esperaba de un gobierno de izquierda llevará con
tan buenos términos su relación con las Fuerzas Armadas, cuando en el pasado han
sido sectores de la izquierda los afectados por la represión. Por eso resulta
incongruente, a los ojos de la izquierda reprimida, el arropamiento de Omar García
Harfuch para integrarlo al partido oficial. Dos de octubre no se olvida y el
nieto de Marcelino García Barragán no lo puede borrar. Para completar, el
postulado para senador estuvo al servicio de García Luna; no menos incongruente
resulta el reconocimiento concedido al General Cienfuegos por la
administración, quien sin duda es la persona mejor informada sobre la
desaparición de la desaparición de los 43 normalistas de la escuela Isidro
Burgos. Semanas después Andrés Manuel tensa la relación con los padres de los
jóvenes de Ayotzinapa. Para completar esta incongruencia se descabeza al equipo
encargado de esclarecer las desapariciones forzadas ocurridas en el Antiguo
Régimen; también está el caso de Alejandro Gertz Manero, aunque no se trata de
un militar, su paso por la Operación Cóndor -estrategia de contrainsurgencia
diseñada por los Estados Unidos para América Latina- que fue asimilada en
México a la Guerra sucia de los años setenta.
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