“Estas cosas y las semejantes antes tienen que ser hechas que pensadas.”
Hernán Cortés
“Pero las cuentas claras nunca le
gustaron y prefirió distribuir los bienes conforme a su propio y variable
arbitrio, lo que le causaría frecuentes inconformidades”
José Luis Martínez
Si la corrupción no está enraizada en los pueblos originarios, de algún lugar tuvo que salir, hasta convertirse su combate en prioridad de la 4T. Cómo es que los actos de corrupción se incrustaron en el aparato público y se hizo habito entre los servidores públicos. Desde cuándo se viene sucediendo y si se puede datar aproximadamente un antes y un después.
El antes de sociedades donde la
agricultura y demás actividades económicas, el gobierno y la guerra, se
encontraban subsumidos en una superestructura religiosa. El México
prehispánico.
El después, la Mesoamérica
conquistada que dio lugar al desastre normativo. Usos y costumbres originarios
transgredidos por el santo oficio y ordenanzas reales. Ninguna garantía de
normalidad institucional y a su desabrigo, la compulsión por el saqueo español.
Unos contando riquezas desmesuradas, endulzando la ambición del monarca y éste
sin darse por satisfecho. Ignorando que ya se habían echado a andar los ciclos
económicos de acumulación de capital.
La inflexión en la figura de
Hernán Cortés, escribano y leguleyo. El astuto conquistador convertido en el
adelantado de la corrupción, el patrono de los corruptos. Adaptaba o desobedecía
órdenes de sus superiores, incluido el rey Carlos V, a su conveniencia. Para su
fuero interno, Cortés cumplía la sentencia: acátese, pero no se cumpla.
La remuneración y concesiones de tierras e indígenas no le parecieron
suficientes. A su parecer, el merecía más abundancia. Ese extra de riqueza sustraído
por la vía de los hechos. Este comportamiento le trajo conflictos y deserciones
con su propio grupo de expedicionarios, también le enemistó con sus superiores.
Cortés fue sujeto a proceso, un largo juicio de residencia -procedimiento para
revisar la administración de las autoridades impuestas y bajo control del
monarca. Formalmente no se llegó a una deliberación condenatoria, ni
exculpatoria. En los hechos el conquistador vio disminuida la riqueza amasada y
perdido su prestigio a los ojos de sus coetáneos. Dicho sea de paso, el eclipse
total de Cortés terminó después de que México logrará su independencia del
imperio español. Lucas Alamán lo hizo héroe de los conservadores.
Pasemos a proponer el marco de
comprensión en el que se realiza el acto de corrupción desprendido de la figura
de Cortés.
El corrupto conoce los alcances y
los agujeros de la ley. Para el caso esos agujeros eran amplísimos. En esta
consideración, el corrupto invariablemente argumentará que sus actos son
legales.
El corrupto está insatisfecho con
los estipendios y otras prestaciones que le otorga el cargo. Por esa
insatisfacción considera de su potestad apañarse de cuantiosos recursos que no
le han sido asignados a su cargo conforme a la ley. La riqueza amasada es desproporcional
a los ingresos.
Si la norma es demasiado laxa la
normalización de la corrupción está a salvo.
Este marco comprensivo, hábitus
consignaría el sociólogo, encaja clarividentemente en el caso de la economista
Rosario Robles, por mencionar un caso de actualidad pues recientemente se le
concedió la excarcelación para continuar su proceso judicial fuera del
reclusorio. Este proceso no se desprende directamente del affaire
Ahumada. El juicio contra Rosario, por si alguien ya lo olvidó, lo detonó
Claudio X, González Guajardo y su membrete. El susodicho, fue empleado y es
amigo de los tecnócratas, accedió a información relevante de los manejos de
Robles. Acto seguido, Claudio X. alquiló a unos periodistas para que le dieran
formato de reportaje a la información previamente recabada. Se publicó la “Estafa
Maestra”. El reportaje no se dirigió contra la corrupción, más bien se dirigió
a desprestigiar per se cualquier política social. Eso se imaginaron.
Lo que pasó después es del
dominio público. El bloque tecno-empresarial dejó de mangonear el poder.
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