Las guerras de religión europeas fueron guerras fratricidas. En México, la sucesión presidencial para el partido en el poder es una guerra fratricida, de baja o alta intensidad (nada más a manera de muestra revisar la sucesión de Lázaro Cárdenas y de Carlos Salinas sin recurrir a analogías).
MORENA ha adquirido el mal
sucesorio y el negacionismo no es la cura. A pesar de sus diferencias conquistaron
el poder y en ellas está la vía para refrendar el mandato popular. El detalle
está en el cómo.
Las orientaciones del presidente Andrés
Manuel López Obrador han sido claras: dejar hacer, no intervenir y atenerse al
método de la encuesta. Esa guía debería mantener los ánimos sin caldear, pero
no es así. Militantes y simpatizantes se sienten compelidos a manifestar sus
preferencias, lo cual es francamente irreprimible, consustancial a la
democracia. Ello no implica necesariamente ofenderse entre sí y faltarse al
respeto, salvo que acepten las consecuencias deplorables que pudieran resultar.
A un movimiento tan amplio como el de MORENA le es contradictorio expedir
certificados de autenticidad morenista, a menos de que se disfrute de un
hábitat irrespirable entre los contaminados y los puros.
Lo sucedido esta semana en el
seno de la fracción parlamentaria de MORENA en el senado amerita observarlo con
lupa. La invitación de los senadores de MORENA a miembros del gabinete no fue
atendida por algunos, se justificó motivos de agenda. El hecho causo regocijo
en el senador Cravioto y lo festejó en redes sociales. Lo consideró un vacío al
senador Monreal, puede ser. Hasta donde se sabe las ausencias se justificaron. Sería
ignominioso que las justificaciones fueran falsas ¿A quién creerle?
La beligerancia no cesó. Al día
siguiente vino la deliberación de la mencionada fracción parlamentaria para
definir su propuesta para ocupar la presidencia del Senado. El beneficiado fue
Alejandro Armenta. En ese debate los votos resultantes no agradaron al senador
Cravioto, pero se podría pensar que la definición por votación sería suficiente
para cerrar filas. No fue así. Lo que hubiera cursado como mero trámite contó
con la oposición de miembros de la bancada morenista. El arte de la política es
también la formación de correlación de fuerzas en virtud de que la competencia política
entre iguales es más bien una falacia del mercado (falacia que por cierto se ha
extendido a otras áreas) En toda competencia hay ventajas y vulnerabilidades,
difícilmente igualdades. El senador Cravioto debería aceptar humildemente su
derrota y reconocer que fue incapaz de construir una correlación de fuerzas
favorable a su grupo. Jugar al putsch no es una decisión afortunada, al
menos no para la democracia.
Éramos muchos… y parió la abuela.
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