El 2 de junio del 2019 se
eligieron gobernadores, uno en Baja California y otro en el estado de Puebla.
Se afirma que hubo baja participación. Esto quiere decir que candidatos y
partidos no lograron convencer a la ciudadanía para que participara copiosamente.
Así fue por una estrategia equivocada, basada exclusivamente en los medios y en
promocionales, sin hacer diferenciación de audiencias, ni consistentes campañas
a ras de suelo.
Como si la sociedad civil a la
que se dirigen los contendientes electorales fuera espejo de la gente con
formación universitaria y/o capacidad económica. Una deformación de la era
neoliberal, expulsando imaginariamente a la mayor parte de las representaciones
económicas o de clase (Adónde íbamos con la sociedad civil) y territoriales. Con el neoliberalismo la sociedad civil
se redujo a los grandes empresarios, sus ideólogos y organizaciones civiles
satélites (La "sociedad civil" chiquita)
Los derrotados no entienden por qué
perdieron cuando bien podrían suponer, sobre todo en el PRI, que no
reconstruyeron lazos con la sociedad civil pues los que tenían los destruyeron
en aras de sacudirse el corporativismo, quedándose con membretes vacíos. Esos
membretes cuya sola presencia les partía el hígado a los tecnócratas. Las
privatizaciones o reformas estructurales desincorporaron de facto a grandes
sectores de la población adicta al PRI. El coletazo se dio con Peña Nieto en su
relación con los gremios del magisterio, los electricistas y los petroleros.
Si algo faltó en las elecciones
recientes fue dirigirse a la sociedad civil, específicamente a la relacionada
con el orden territorial del barrio urbano y la comunidad rural. Se carece de
una extensa investigación antropológica de campo que nos dé cuenta de los
perfiles actuales de estos conglomerados poblacionales. Peor aún, este orden
territorial ha sido dejado en algunas regiones o municipios en la indefensión,
frente a la acción de la delincuencia organizada.
Desde otra perspectiva de
comprensión, vale considerar también, desde la fundación del Estado laico y la consecuente
supresión de la religión de Estado, se desincorporaron a las creencias
religiosas de su identidad estatal para que se realizaran en la pluralidad de
la sociedad civil, dejando perfectamente reconocida la libertad de creencias.
Su marco de acción es la sociedad civil, no es el Estado, sus autoridades.
Por eso, cuando el presidente
López Obrador convocó a una reunión de unidad nacional – la celebrada en
Tijuana, Baja California, el sábado 8 de junio. A los religiosos que se les
concedió la palabra, actuaron no en calidad de autoridad política alguna, sino
en tanto expresiones de la sociedad civil. Al igual de otros participantes de
carácter étnico, empresarial o de cualquier otra figura de la sociedad civil.
Entender a la sociedad civil para
comunicarse con ella es tarea del político y de los partidos. Me parece que
solo Andrés Manuel y algunos de sus colaboradores lo han entendido desde hace
tiempo, aunque no solo se trate de eso. Menos ahora, desde la posición de
gobernantes, con mayor cantidad de recursos, estos son, información y
presupuesto.
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