martes, 4 de diciembre de 2018

La redistribución va con ethos

“más que lo históricamente exacto, lo simbólicamente verdadero.”
Jorge Luis Borges

Un sábado primero de diciembre, con cielo despejado, fue el día de la asunción como presidente constitucional de Andrés Manuel López Obrador. Es el dato que sin intermediarios verifiqué, lo demás lo he escuchado y leído al voleo. Nada nuevo acerca de lo que ha dicho él, de lo que han dicho sobre él. AMLO de una sola pieza y con una gran responsabilidad sobre sus espaldas y a la que están comprometidos sinfónicamente sus colaboradores (eso creo). Decenas de miles se reunieron en el centro histórico del país, México. Alegría jubilosa de los reunidos para constatar el inicio de una administración más que quiere hacer historia inclusiva para no estar demás.


Más allá de la demagogia de los números -que también existe en interesadas proyecciones logarítmicas- de los barruntos dictatoriales -que suponen venir a contrapelo de la elección más democrática acaecida en las últimas décadas- y de los profetas de la polarización -ciegos voluntarios ante la viva polarización documentada entre ricos y pobres. Más allá de la emoción del evento sabatino, quiero destacar dos ejes desde los cuales dar seguimiento al gobierno que empieza.

La redistribución de la riqueza es una propuesta factible, de suma positiva, efectiva en gran parte del mundo en los años cincuentas y sesentas (no sólo en México) Un entorno económico donde las familias vivían con la certidumbre de un progreso paulatina y sostenido. Dentro de la honestidad, sin recurrir al hurto. Hay que voltear la tortilla para lograrlo. Hay que modular el funcionamiento de los mercados para que no se constituyan en un gólem incontrolable y despiadado, que no se explayen bajo la ley del cuchillo. El eje redistributivo tiene un gran consenso del cual se autoexcluyen los dogmáticos del libre comercio.

El otro eje es más complicado y escapa a la inmediatez de resultados, realizable en el largo plazo. Lograr que la gente haga lo que desea sin atropellar los deseos de los otros. Un eje que no se construye por decreto, ni solicitando propuestas canalizadas vía correo electrónico. El eje de la llamada constitución moral, la cual prefería llamar ethos. Éste sería el conjunto de valores conductuales socialmente adquiridos y que obliga, por ejemplo, a no hacer trampa. Difícil porque se ha edificado a lo largo de las décadas, y de al menos tres siglos, un constructo perverso acerca de que la ley, la fe y la moral se hicieron para los pendejos. Lo que sí se puede avanzar vía ejemplo de demostración, desde el gabinete presidencial y su ejército de funcionarios, es mostrarnos de qué está hecha la constitución moral.

Ha iniciado la prueba del ácido y bien, me parece. El manejo respecto a los compromisos adquiridos por la pasada administración respecto al aeropuerto en Texcoco y la formación de una comisión de la verdad sobre los normalistas de Ayotzinapa.

Lecturas imprescindibles para entender la cuarta transformación. El proceso ideológico de la revolución de independencia de Luis Villoro, La ideología de la revolución mexicana de Arnaldo Córdova y las estampas de Benito Juárez que dejó Fernando del Paso en su novela Noticias del Imperio.

No hay comentarios.:

Powered By Blogger