Un hecho inédito, la inconformidad
pública de servidores del Poder Judicial. Una asociación civil de funcionarios
lanza manifiesto en contra de la reducción de sueldos, sus sueldos. En una
doble cachucha: la responsabilidad de hacer cumplir la ley, la de situarse como
ciudadano común que defiende sus derechos.
Foto de María Luisa Severiano, La Jornada 11-12-2018.
Los servidores públicos que ayer
atravesaron el umbral ¿Mantendrán la posición adoptada? Para ellos es una
salvajada la reducción de sus salarios, atenta contra su independencia, los
somete a otros poderes constitucionales. Se sienten del primer mundo, tanto que
no florece en ellos la compasión hacia millones de sus compatriotas que permanecen
en el tercer mundo. Es una injusticia, dicen. Los encargados de la justicia
resuelven ser defensores de sus intereses estamentales, separados de la
sociedad.
Qué bien por hacer pública su
rebeldía. Si el funcionariado judicial está dispuesto a seguir de ese ánimo, pues
de una vez debería encabezar un movimiento nacional contra la injusticia.
Millones se unirían a ellos y, de pasada, le harían la vida de cuadritos al
presidente López Obrador. Aunque el riesgo sería el quedar entre las patas de
los caballos. De imaginarse este innovador contingente de indignados del Poder
Judicial.
Pero no lo van a hacer, no los
tienta el interés superior. Los antecedentes de su actuación y tal vez sus
afectos están con el 1% de la sociedad. Nada más recordar, dónde estaban cuando
se cancelaron los derechos adquiridos de la población rural. Dónde estaban cuando
se cercenaros los derechos laborales, entre ellos las jubilaciones y las
pensiones. Pero me acuerdo de que el Poder Judicial legitimó el anatocismo, el
cobro de intereses sobre intereses que aplican los bancos a los deudores
morosos. Ellos resolvieron, con ese espíritu, las controversias judiciales en torno
al Fobaproa.
Salgan a la callen servidores
públicos del Poder Judicial, convoquen al pueblo. De perdida busquen la
asesoría de Aquiles Córdova, de César del Ángel, Romero Deschamps, de Víctor
Flores. Bienvenidos a la protesta, aunque les sea difícil, máxime cuando han
servido de manto protector de la injusticia de la desigualdad.
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