martes, 1 de enero de 2019

Un mes

Cumplido un mes al frente del gobierno de México, el presidente López Obrador reitera su agenda de campaña y actúa en consecuencia. Un mes de apasionamientos, desde los hogares hasta los medios de comunicación y, por supuesto, en las redes y los partidos políticos, Andrés Manuel se ha convertido en la referencia de la política mexicana actual. Ahora él está acotado por la investidura de presidente constitucional, ya no corre por la libre que le obsequió la condición de presidente electo, el limbo jurídico relativo que aprovechó gracias al apoyo que tiene en la actual legislatura del Congreso. Pero ahora dispone de los recursos del Estado que le otorga la Constitución para centrarse en el objetivo superior que se ha propuesto: reducir desigualdades económicas que dividen a los mexicanos, las cuales se extendieron en el periodo “neoliberal”.


Por eso, una de las tareas en las manos de Carlos Urzúa y de la coalición parlamentaria encabezada por MORENA, será la de resolver los acertijos presupuestales y las trampas hacendarias heredadas ¿Qué es esto? Detectar y corregir aquellos procedimientos de ejercicio presupuestal que facilitaron el enriquecimiento mal habido de funcionarios habilitados para manejar presupuesto (les suena la Estafa Maestra, PEMEX, los gobernadores, por mencionar lo divulgado). De las trampas sobresale el impuesto a la gasolina establecido por el gobierno de Felipe Calderón y continuado por su sucesor – el gasolinazo- del que se nutre y depende la hacienda pública, es tal su peso en la composición del presupuesto, que desaparecerlo sin dar con el sustituto adecuado comprometería la oferta lopezobradorista. La reorientación de las finanzas y del servicio público son la política para lograr el propósito de bajarle a la desigualdad económica. Se dispone de un emplazamiento austero distinto a la austeridad “neoliberal”, que se utilizó para desfondar al Estado del Bienestar.

Pero la discusión la llevan por otro lado los intereses afectados dentro del aparato público: en el Poder Judicial y en el Legislativo, en la burocracia federal de confianza y en los entes autónomos. La austeridad republicana que pregona el arribado gobierno no les sienta bien. Ahora alegan derechos laborales, salarios dignos para no corromperse ¡Ajá! Que me digan cuándo se compadecieron de los derechos laborales atropellados cotidianamente en las últimas décadas, de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de la mayoría de los trabajadores. Qué hicieron en contra del outsourcing que el mismo gobierno adoptó en sus propias dependencias para evitar la creación de derechos y que en la iniciativa privada condenó a los jóvenes en empleos temporales, mal pagados y sin solución para alcanzar una pensión decorosa. Su ánimo se descompone, los mueve un apego conservador. Si todo estaba tan bien cómo es que treinta millones de ciudadanos nos robaron el paraíso, se preguntan. Se responden con sus propios fantasmas, el miedo a la concentración del poder presidencial y su aversión tatcheriana por lo público y lo social.

Esta discusión no ha contaminado irremediablemente la relación entre el gobierno y las empresas como los profetas del desastre quisieran. El gobierno ha ofrecido no subir impuestos, no endeudarse más allá de lo aprobado por el Congreso y manejar los recursos públicos de manera efectiva y honesta. Una oferta consecuente con el funcionamiento de los mercados ¿O no? Paradójicamente, el calificado de populista está en disposición de crear un mejor entorno para la mayoría de las empresas fortaleciendo el mercado interno, pacificando al país y cancelando el impuesto de la corrupción.

Más que polarización, hay un diferendo sí, entre el nuevo gobierno y otros aparatos del Estado sobre los alcances de la austeridad. Hasta el día de hoy, la alianza entre el Ejecutivo, la mayoría de los legisladores y algunos gobernadores fortalece al nuevo gobierno. A las acciones les seguirán revelaciones de lo que se ha ocultado con números. Seis años para sostener un rumbo distinto al de la era tecnocrática. Los méritos y los yerros están en la misma tómbola.


¡Feliz año 2019! 

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