“…con tu mano sangrienta e
invisible/”
William Shakespeare
Acabaron las campañas y un faltante
nos dejaron: el debate sobre economía. A cambio, dos candidatos sembraron el
miedo sobre el futuro económico si alguno de ellos no es elegido. Sólo un
candidato se atrevió a desafiar, sin amenazar, el pensamiento económico
dominante.
Que me disculpen los economistas
si blasfemo a las puertas de su templo.
Cuando la economía liberal se ha
instalado en los cuernos de la Luna hay que ser cuidadoso de no estar ante un
espejismo. Vale preguntarse si la inocuidad del libre comercio es tal y
demostrada. O, con sagacidad, identificar las consecuencias negativas del libre
comercio, como lo son el deterioro del medio ambiente o el incremento en la
letalidad de las armas bélicas. Dos consecuencias asociadas al capitalismo.
Aunque las prestigiadas escuelas
de Economía se esmeran en desarrollar una disciplina científica ¿En qué momento
se trasgrede el campo de la ciencia para construir un sistema de creencias*?
Si el libre comercio se da
conforme a un orden natural, cómo entender la economía de los pueblos
originarios, o la descripción de la economía de la Polis según Aristóteles o
las productivas abadías medievales de la orden de San Benito ¿Como orden contra natura?
El fundador de la economía
política, Adam Smith, estableció un sistema de creencias, un lenguaje
especializado y ordenado sobre el que se construyó un edificio teórico de la
economía moderna: capital, competencia, eficiencia, mercado, producción,
trabajo y todos aquellos conceptos que ayudaron a racionalizar el libre
comercio y su promesa de prosperidad si se es fiel creyente ¡Ops! Aquí comienza
el desliz(amiento) de la ciencia a la ideología, pues la construcción “smitheana”
se remite al Autor, a la Providencia, como fugas metafísicas o sobrenaturales.
En nuestros días la fuga se menciona en términos de “la lectura de los mercados”
o del “mensaje de los mercados”. En ese campo de argumentación me parece que
los economistas invaden la competencia de Madame Kalalú (Reconozco que hay
economistas que visten a su especialidad como un esquema de arreglos
institucionales, completamente humanos, revocables y corregibles)
Volvamos al asunto del pendiente para concluir expeditamente. El debate sobre la economía pasó con gafas oscuras.
Pese a ello, dos candidatos prefirieron no tocar -como si fuera parque
nacional- las creencias del libre comercio. Otro candidato consideró el libre
mercado dentro del orden constitucional, regulado por la vía de la utilidad
pública o el interés de la nación.
El sacrificio de la desregulación
ha caído sobre las espaldas de la mayoría de los mexicanos, hasta se han
perdido las certezas ligadas al trabajo formal, ni hablar de los más
vulnerables. Por eso ha llegado la hora de enmendarle la plana al mal llamado
neoliberalismo. Aquí en México y en todo el Mundo.
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*Jean Baudrillard fue un pensador que buscó desacralizar el fenómeno económico evidenciado la sacralización implícita en las teorías sobre el capitalismo. Sus espesas argumentaciones se pueden encontrar, entre otros de sus libros, en El Espejo de la producción y El intercambio simbólico y la muerte.
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