A las elecciones del primero de
julio del 2018 les aguarda un análisis reposado.
Sí, tenemos impresiones, de cada
quién según su parecer.
Las encuestas fueron dando cuenta
fiel de las preferencias del electorado, del fenómeno de una candidatura que
tomó la punta, siguió avanzando y no se detuvo hasta ganar, para no dejar
espacio al litigio judicial.
La democracia liberal funcionó avasallando
el extremismo económico de los liberales, para los cuales no hay más línea que
la suya.
Los magnates salieron a dar la
pelea por sus creencias durante la campaña, asistidos por los cortesanos que
suscribieron artículos y columnas en su defensa.
La libertad se abrió para
religarse con la igualdad y la fraternidad, desprendiéndose del liberalismo
predatorio y el individualismo posesivo, de una aristocratización basada en el
dinero.
Una organización política con
menos de seis años de existencia (MORENA) obtuvo un triunfo aplastante. Esta
novel organización recibió el apoyo de votantes primerizos, pero de manera
destacada adquirió su validación con el sufragio de quienes anteriormente
habían votado por el PRD y el PRI -me incluyo en los segundos.
La votación descobijó al Pacto
por México, el cual funcionó los dos primeros años de gobierno de Enrique Peña
Nieto. Un consenso cupular en dos vías, con los organismos empresariales y con
los dirigentes de los partidos que suscribieron el pacto. La gente ha votado
por un nuevo pacto social.
El PRI y el PRD abandonaron la
legitimidad histórica de la revolución mexicana, se acogieron a las fórmulas de
la economía liberal hasta la ignominia. Así alcanzaron una derrota que se
ganaron a pulso.
A manera de placebo, capas de la
población han vivido anestesiadas por las pulsiones aspiracionales basadas en
el consumo compulsivo. Tal ha sido la fuerza de esta “cultura” que ha
desarrollado su patología propia: la aporofobia, que de acuerdo con la filósofa
Adela Cortina, se trata del miedo y/repulsión hacia los pobres. Para bien, la
mayoría de los mexicanos votaron para fundar esperanzas en una vida mejor, sin
miedos, ni discriminación.
El ánimo conciliador, de negociar
para corregir, apunta hacia una dirección, la de formar una sociedad incluyente
en la diversidad. El gran desafío de los mexicanos será el mantener a raya los
fanatismos, tanto de los partidos que ganaron, como de los que no les fue
concedida la presidencia de la república, también de los factores de poder.
México quiere dejar atrás el
rostro de corrupción y violencia que se ha labrado con el desdén de los
neoliberales hacia el pueblo. México quiere ser reconocido como un país
soberano y democrático.
Son sólo impresiones que
comparto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario