lunes, 21 de mayo de 2018

Sin sorpresas

Dos horas fueron demasiado para escuchar reiteraciones. Lo que vimos en el debate de la noche del domingo 20 de mayo en la ciudad de Tijuana, B.C. no alteró percepciones. Eso sí, exhibe los consejos recibidos por cada uno de los candidatos que les fueron sugeridos por los equipos de campaña. En unos más, en otros menos. Consejos tan intrascendentes como para no producir sorpresas. Ni siquiera por el formato, en el cual los conductores se mantuvieron amenazantes, amagando con dar reglazos a los debatientes. De la participación ciudadana, sólo fue un experimento.

Lo que vimos fueron papeles asumidos con anterioridad enfocando destinatarios.

Jaime Rodríguez Calderón demostró ser el patiño de la contienda, queriendo imponer un estilo lib-pop que no convenció a la audiencia. Quizás sólo quería dirigirse a su mamá, ojalá lo haya visto.

José Antonio Meade representó el papel de lo que ha sido y sigue siendo: el burócrata que acata las órdenes que se le dan, como preguntarle al candidato de la alianza juntos haremos historia, por enésima vez, de qué vive. Todos lo sabemos, vive de la política ¿Está prohibido? También, por instrucción evitó tocar con el pétalo de una rosa a Enrique Peña Nieto. Tampoco uso información probada para exhibir las dudosas operaciones financieras de quien encabeza por México al frente . Meade perdió la oportunidad de mostrar su autonomía.

Ricardo Anaya Cortés, sin duda, el que le dio tiempo a la preparación de su desempeño, un diseño estudiado. Hablar de corrido, no dejar pasar réplicas y graficarlas. Una actuación excesivamente enfocada a dar gusto a la “comentocracia” y para atacar a López Obrador, exponiéndose innecesariamente a los gracejos del aludido. Al final de la sesión esas burlas se amplificaron en las redes sociales.



Andrés Manuel López Obrador evitó reinventarse. Repitiendo lo que ha dicho en los foros de los privados y en la plaza pública. Más que mesías es un misionero que se dirige a ese sujeto llamado pueblo, hoy tan devaluado para algunos intelectuales. Confiado en la creencia de quien persiste convence, AMLO ha puesto un punto en la agenda que ninguno de sus adversarios puede ya rebatir y prefieren plegarse. La situación de descontento y enojo, la superación de varios males que tiene el país pasa por la redistribución.

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