“en el ejercicio del poder
político, la especie humana puede y quiere volver a la animalidad.”
George Steiner
Sirve de algo especular sobre la
sucesión presidencial, creo que no. Para como está México, con millones de
familias al margen de la formalidad del mercado, otras francamente incorporadas
al crimen organizado. No es el país que imaginó, en la “democratización” y en
el imperio de la ley del mercado, los eficientes interruptores de la
corrupción. Por el contrario, han sido eficientísimos catalizadores de la
corrupción. Hay una caja negra donde políticos y empresarios se dan la mano,
hacen acuerdos, intercambios, sacan provecho de la debilidad democrática y de
las llamadas, con giro expiatorio, imperfecciones del mercado. El pluralismo es
una caricatura, un lienzo del absurdo sellado con la pátina de un liberalismo a
modo, es decir, oportunista. Liberalismo salvífico que nos pone en guardia de
las garras del populismo. Otra discusión sin pies ni cabeza.
Desde la perspectiva del riguroso
historiador fechar el populismo es un problema. La religión de los israelitas y
su proclamación de pueblo elegido hace más de dos mil años. El evangelio de San
Marcos sería una buena referencia. Más acá, no tan cerca, la traducción de la
Biblia al alemán que hizo Martín Lutero. No, no, diría el historiador,
necesitamos un referente moderno, como la metafísica idea de la voluntad
general del ginebrino Rousseau. Mejor aún, la voluntad popular hecha terror con
Robespierre (Una acotación, aportación mexicanísima, la locura de que la
voluntad del pueblo se expresa en las urnas y le ordena a los políticos robar)
Pero no se trata de adivinanzas,
el populismo nació cuando jóvenes rusos de la ciudad organizaron la ida al
pueblo (campesino) para defender los valores eslavos frente a la
occidentalización que corroía al imperio de los zares en el último tercio del siglo
XIX. Un evento seminal y terminal, único, del populismo al que los
historiadores soviéticos hicieron pasar como el progenitor del socialismo ruso.
Sociólogos sudamericanos trataron de darle utilidad académica al vocablo
populismo y con el caracterizaron regímenes latinoamericanos de mediados del
siglo pasado. Especificidad explícita que no admitía pretensiones universales.
Y vuelve la burra al trigo, el populismo
es demagogia, lo cual sirve para elaborar una diatriba, a lo más, lejos de una
teoría. La demagogia es consustancial a la lucha política, engañar al
electorado mediante promesas (También se engaña al consumidor mediante promesas
bajo la muy noble profesión del publicista) Se acuerdan del “vocho, changarro y
televisión”, o aquello de que “para que no lleguen las drogas a tus hijos”, qué
decir de la última apuesta demagógica de la reforma energética “para bajar el
precio de la gasolina”. Fox, Calderón y Peña en el mismo circo de la demagogia.
En el colmo de la desfachatez los actuales dirigentes del PRI y su cruzada en
contra del populismo. Ingratos para con los próceres del antiguo PRI.
Así estamos, metidos en
discusiones bizantinas mientras las muertes con violencia se suceden por todo
el país y al amparo de la impunidad. A la espera de que el gobierno gobierne
para todos, a la espera de que el mercado nos redima de la pobreza, algún día.
Mientras, la espera de la espera, parodiando en regodeo laico la espera mesiánica.
En el convencimiento de que se perderá un año más en la rumba sucesoria, en el
umbral de precipitarnos en la inhumanidad total.
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