jueves, 22 de junio de 2017

¿Una explosión de nacionalismo?

“Vivimos en el mundo según la imagen que de él nos formamos, de acuerdo a como lo creamos. Por lo mismo, en lugar de gozar de sus beneficios, somos víctimas de sus defectos.”
Andrey Tarkovski

Las elecciones federales del próximo año prometen una explosión de fervor nacionalista. Todos los contendientes, partidos y candidatos, jurarán ser más nacionalistas que sus adversarios, hasta la cursilería de sincerarse “por amor a México”. La globalización está fatigada, es fustigada por el nacionalismo y no lo ataca de frente, pues los gobernantes que la impulsan se consideran nacionalistas. Los ultraliberales prefieren combatir el “populismo”, una creación de los tiempos del Consenso de Washington, de cuando se creyó que el fin del comunismo o el socialismo realmente existente significó el fin de una amenaza, la ley de la oferta y la demanda se naturalizó y el que se atreviera a contradecir sería llamado populista.

Esta prefiguración no le inquieta a Enrique Peña Nieto, su pragmatismo goza de la impiedad del depredador: vencer para sobrevivir. Acaso por casualidad en columnas políticas y artículos de opinión se anticipa que Luis Videgaray será el candidato del PRI ¿Será? La especie es verosímil por dos motivos: Videgaray es la persona capaz de borrar las evidencias fiscales de la corrupción que se le atribuye al presidente desde que era gobernador del estado de México; Videgaray tiene la palanca para abrirle una estancia post presidencial en los Estados Unidos a Peña. No se hagan bolas, Peña sólo piensa en él.

Qué le puede ofrecer Osorio Chong a su jefe: el rotundo fracaso en la política de seguridad. Pese a que la secretaría de gobernación recuperó facultades en la materia, careció de los resortes para paliar las ineptitudes y omisiones de los gobernadores y de los presidentes municipales.

La contradicción del llamado grupo Atlacomulco es asistir a una batalla nacionalista con un candidato totalmente agringado. Por eso el descontento dentro de las filas del PRI, otra vez.

Por parte de Acción Nacional, tiene dos cabezas visibles para disputar la presidencia de la república. Una de ellas, Margarita Zavala, como representante del nacionalismo católico embozado, imposible medir su peso político por tal condición. Sólo si es asistida por el poder fáctico de los grandes empresarios tiene posibilidades reales. Créanme, así funcionó con Vicente Fox. La dificultad es, hacer campaña o cargar un borracho, o uno o lo otro.

La otra cabeza es Ricardo Anaya, quien presenta la misma contradicción que Videgaray, asistir a una batalla nacionalista como personaje totalmente agringado, tanto que mantiene a su familia fuera de México, en Atlanta, Georgia.

En esta disposición hipotética de la explosión del fervor nacionalista en la disputa por la presidencia, Andrés Manuel López Obrador cuenta con las mejores credenciales para asistir a la batalla, lo que eso signifique, pues no incide en el esclarecimiento y despeje -jaja- que nos lleve a un régimen democrático que no se sacia en la verificación de las elecciones. La democracia está incompleta porque la ciudadanía está indefensa ante el poder que otorga y se vuelve en contra de ella, no tiene manera efectiva de someter a sus elegidos. En teoría, la división y contrapeso de poderes es la fórmula para detener y castigar los abusos de los gobernantes. En los hechos, tal separación de competencias es una vergonzosa farsa.


Una división de poderes tortuosa para sancionar el espionaje. Una división de poderes indolente para sancionar a los exgobernadores corruptos en proceso de absolución: saben demasiado. 

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