Quiero apreciar -deseo- las
elecciones mexiquenses como el inicio del declive de una era conducida por los
tecnócratas, autores intelectuales del actual desastre nacional, significado en
la pérdida de la paz social. Esa paz que presumieron en el partido que fue
hegemónico, desde que los civiles llegaron al poder y lograron situar a los
militares al margen de las disputas políticas, hasta cierto punto.
De 1946 a 1982 se tenía un
esquema básico que adoptaba cualquier individuo en México para ingresar a la
política y triunfar: pertenecer a un grupo o generación de instituciones
públicas de educación superior; pertenecer a un gremio; ingresar al PRI;
decirle siempre sí al presidente de la república. Se trataba de un autoritarismo
incluyente (primer oxímoron)
A través de la organización
corporativa de obreros, campesinos o profesionales de alguna otra actividad,
los integrantes de estas agrupaciones tenían voz. Los empresarios, por su
parte, preferían la penumbra del encuentro domiciliar, donde negociaban con el
político de turno para asegurar sus intereses, sin obligación de ingresar al
partido. Hasta aquí, me apego a los recuerdos rosas de Luis M. Farías*.
Después de 1970, con la llegada
de Luis Echeverría Álvarez a la presidencia de la república, a los empresarios
se les metió en la cabeza la especie de que el gobierno mexicano nos llevaba al
comunismo, lo cual nunca se demostró. La verdad, se trataba de un híbrido
llamado economía mixta, la propiedad privada con límites constitucionales.
En 1982 el esquema de ingreso a
la política y a los altos cargos públicos comenzó a cambiar. Se fue
desmantelando el peso político de los gremios, de modo que hoy en día han
perdido voz, ni siquiera son consultados. Fueron sustituidos por un sistema de
partidos subsidiado por el gobierno y se hizo la “pluralidad”. Llegaron los
tiempos del pluralismo excluyente (segundo oxímoron); pertenecer a un grupo o
generación de estudios en una escuela privada se hizo la opción; en adelante los
empresarios orientaron las políticas, su voz o consulta es obligada, tienen
derecho de veto.
Con el apoyo de los tecnócratas han barrido los esquemas de seguridad
social y la dádiva se ha hecho más descarada; el presidente de la república se
guía por sus asesores, a ellos no se les puede decir no.
En la era de los tecnócratas los
intelectuales se hicieron más intelectuales al dominar el ABC del libre
comercio, también aprendieron a rubricar sus dichos apelando a los llamados “datos
duros”. Pero eso es lo de menos frente a la desgracia que trajeron los
tecnócratas, quienes destrozaron las seguridades del Estado providencia, con ello abrieron cauces a la expansión del
crimen organizado y su socialización en miles de familias, cientos de pueblos,
decenas de regiones, ante la mirada de autoridades y la complacencia de
empresas beneficiadas. No es mala leche, pero el asesinato de periodistas
comenzó con Miguel de la Madrid ¿Se acuerdan de Manuel Buendía? En el PRI
antiguo no se derramó tanta sangre como ahora. Hemos llegado a la democracia
ensangrentada en la que ocurre el regreso de los militares a la escena
política, los sacaron del cuartel.
Bajos estas consideraciones
histórico-esquemáticas el PRI recibirá una votación adversa el próximo 4 de
junio en el Estado de México, como nunca la ha tenido, hasta la derrota llevarlo.
Es posible que voto priísta vaya hacia Delfina Gómez, esa pauta también se
puede dar en el PRD. Muchos mexiquenses quieren recuperar su voz. Las
declinaciones parecen innecesarias.
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*Todo un manojo de anécdotas se
encuentra en la extensa entrevista convertida en libro. FARÍAS, LUIS M. Así lo recuerdo. Testimonio político.
Fondo de Cultura Económica. México, 1993.
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