jueves, 18 de mayo de 2017

Democracia ensangrentada

Quiero apreciar -deseo- las elecciones mexiquenses como el inicio del declive de una era conducida por los tecnócratas, autores intelectuales del actual desastre nacional, significado en la pérdida de la paz social. Esa paz que presumieron en el partido que fue hegemónico, desde que los civiles llegaron al poder y lograron situar a los militares al margen de las disputas políticas, hasta cierto punto.

De 1946 a 1982 se tenía un esquema básico que adoptaba cualquier individuo en México para ingresar a la política y triunfar: pertenecer a un grupo o generación de instituciones públicas de educación superior; pertenecer a un gremio; ingresar al PRI; decirle siempre sí al presidente de la república. Se trataba de un autoritarismo incluyente (primer oxímoron)


A través de la organización corporativa de obreros, campesinos o profesionales de alguna otra actividad, los integrantes de estas agrupaciones tenían voz. Los empresarios, por su parte, preferían la penumbra del encuentro domiciliar, donde negociaban con el político de turno para asegurar sus intereses, sin obligación de ingresar al partido. Hasta aquí, me apego a los recuerdos rosas de Luis M. Farías*.

Después de 1970, con la llegada de Luis Echeverría Álvarez a la presidencia de la república, a los empresarios se les metió en la cabeza la especie de que el gobierno mexicano nos llevaba al comunismo, lo cual nunca se demostró. La verdad, se trataba de un híbrido llamado economía mixta, la propiedad privada con límites constitucionales.

En 1982 el esquema de ingreso a la política y a los altos cargos públicos comenzó a cambiar. Se fue desmantelando el peso político de los gremios, de modo que hoy en día han perdido voz, ni siquiera son consultados. Fueron sustituidos por un sistema de partidos subsidiado por el gobierno y se hizo la “pluralidad”. Llegaron los tiempos del pluralismo excluyente (segundo oxímoron); pertenecer a un grupo o generación de estudios en una escuela privada se hizo la opción; en adelante los empresarios orientaron las políticas, su voz o consulta es obligada, tienen derecho de veto.
Con el apoyo de los tecnócratas han barrido los esquemas de seguridad social y la dádiva se ha hecho más descarada; el presidente de la república se guía por sus asesores, a ellos no se les puede decir no.

En la era de los tecnócratas los intelectuales se hicieron más intelectuales al dominar el ABC del libre comercio, también aprendieron a rubricar sus dichos apelando a los llamados “datos duros”. Pero eso es lo de menos frente a la desgracia que trajeron los tecnócratas, quienes destrozaron las seguridades del Estado providencia, con ello abrieron cauces a la expansión del crimen organizado y su socialización en miles de familias, cientos de pueblos, decenas de regiones, ante la mirada de autoridades y la complacencia de empresas beneficiadas. No es mala leche, pero el asesinato de periodistas comenzó con Miguel de la Madrid ¿Se acuerdan de Manuel Buendía? En el PRI antiguo no se derramó tanta sangre como ahora. Hemos llegado a la democracia ensangrentada en la que ocurre el regreso de los militares a la escena política, los sacaron del cuartel.


Bajos estas consideraciones histórico-esquemáticas el PRI recibirá una votación adversa el próximo 4 de junio en el Estado de México, como nunca la ha tenido, hasta la derrota llevarlo. Es posible que voto priísta vaya hacia Delfina Gómez, esa pauta también se puede dar en el PRD. Muchos mexiquenses quieren recuperar su voz. Las declinaciones parecen innecesarias.
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*Todo un manojo de anécdotas se encuentra en la extensa entrevista convertida en libro. FARÍAS, LUIS M. Así lo recuerdo. Testimonio político. Fondo de Cultura Económica. México, 1993.

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