Parecerá un punto de vista retro,
pero el arreglo político, el pacto social sostén del régimen político mexicano
actual es todavía más retrogrado, es del siglo XIX.
Qué pieza de la política,
interlocutor reconocido, consultado, factor de la gobernabilidad ayer se ha
devaluado. Ésa pieza es el antes oficialmente llamado y hoy olvidado movimiento obrero
organizado. La fuerza de los trabajadores organizados al perder su peso
específico ha generado un vacío que es ocupado de manera persistente por las
organizaciones empresariales, la iglesia y, desde la guerra de Calderón
declarada al crimen organizado, una mayor injerencia de las Fuerzas Armadas.
Ése es el punto en el que se encuentra actualmente el país.
Un largo proceso que ha pasado
por la asunción de decisiones orientadas a limitar la influencia de las
organizaciones de los asalariados. Proceso que inició, por dar un punto de
arranque, con la desmovilización del movimiento democrático de los
electricistas dirigidos por Rafael Galván durante el gobierno de José López
Portillo; continuó el serial, sin acabar, de políticas de austeridad
instrumentadas desde el gobierno de Miguel de la Madrid; con Salinas de Gortari
vino la confrontación con los petroleros y el encarcelamiento de Joaquín
Hernández Galicia, su líder; con Ernesto Zedillo se hace consistente la
marginación de las organizaciones de los trabajadores en la deliberación de los
temas nacionales; con Vicente Fox vino la confrontación con el sindicato de
trabajadores minero-metalúrgicos, su líder, Napoleón Gómez Urrutia, se
encuentra desde entonces exiliado en Canadá. Los sucesores de Fox han mantenido
esa condición de exilio para el dirigente de los mineros; los dos presidentes
panistas, Fox y Calderón, totalmente ausentes del mundo sindical, sólo tuvieron
ojos para hacerse aliados de Elba Esther Gordillo. Ella fue, el gremio de los
maestros para ser exactos, el factor de gobernabilidad. Ningún otro líder sindical
tuvo tanta presencia e influencia (Nótese que en todos estos caso se hace
referencia a sindicatos nacionales)
Pero llegó Enrique Peña Nieto con
un menú de reformas que le soplaron al oído. Tres de esas reformas en
particular, incidían sobre trabajadores organizados, con dimensión nacional y
en sectores estratégicos. La reforma laboral, diseñada para abaratar el costo
de la mano de obra, su administración sindical, como para dar vía libre a
sindicatos blancos al servicio de los empleadores; la reforma energética, cuya
legislación fue negociada con los actuales líderes corruptos de electricistas y
petroleros; la “educativa”, con fines de regimentar las condiciones laborales
de los maestros, para lo cual se recurrió al expediente, otra vez, de
encarcelar al líder moral, en este caso la señora Gordillo Morales.
Esta es la perspectiva, simplificada, desde la
cual propongo observar el movimiento magisterial conducido por la CNTE.
Está aterrado el gobierno, pues él
mismo se puso en la opción del aplastamiento de los disidentes. La represión
del domingo 12 de junio en Nochixtlán, Oaxaca, es apenas el ensayo.
Me ahorro el pronóstico, para no
errarle.
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