Sin pena ni gloria (mediática) el
lunes 12 de octubre, Manlio Fabio Beltrones hizo nombramientos y ratificaciones
en posiciones del CEN del PRI. Sin duda, de acuerdo a la evaluación personal de
cada uno de los que acompañaran al sonorense en su ciclo al frente del instituto
político. Beltrones tiene la tarea autoasignada de resolver dos ecuaciones
simultáneas, en una está Enrique Peña Nieto y su gabinete, en la otra, los
gobernadores priístas. En ambas está la tarea de despejar la incógnita que le
abra la candidatura a la presidencia de la república. Como cualquier hijo de
vecino, está en su derecho de aspirar a la Presidencia si le apetece. Hasta
aquí es un asunto priísta.
Sucede que el mismo día del
anuncio de los nombrados, previa e inesperadamente ocurrió un atentado a
balazos en contra del exgobernador de Colima, Fernando Medina Peña, del cual
salió herido. Los recordatorios en la prensa sobre la carrera política del
afectado, para relacionarlo a la lista de la violencia selectiva en contra de
políticos priístas padecida en el estado de Colima, están a disposición.
Más allá del atentado que le robó
los reflectores a la ya mencionada ceremonia del PRI, la atención tiene que enfocarse
a la trayectoria de violencia política de alto impacto, iniciada en 1994 con
los asesinatos del candidato priísta Luis Donaldo Colosio y el secretario
general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. No basta con administrar hasta
disolver la sensibilidad que conmueven estos acontecimientos en su reiteración,
aunque cambien de fecha, lugar y personas. Beltrones no se puede limitar a
exigir una investigación del caso Moreno Peña. Como ciudadano y en tanto
dirigente de una organización de interés público, que recibe recursos fiscales
para su operación, está obligado a darle el mayor nivel de resonancia a su
exigencia. Recordémoslo, 1994 ha sido el parteaguas entre el México de paz
social y el México bronco de la violencia operada por criminales. El tema
trasciende al PRI y nos afecta a todos.
Tampoco MFB puede limitarse a
cacarear todos los días las reformas estructurales de la presente
administración, también tiene que encabezar acciones dirigidas a la conciencia
colectiva, para combatir la violencia criminal, así como a la inseguridad, la
impunidad y la corrupción en la que se regodean estos males estructurales. Son
estos males los que empañan las reformas y espantan a las inversiones.
Pero si la principal fuerza política
sólo hace desplantes de indignación declarativa, sin movilizarse ni movilizar a
los ciudadanos, para exigirle a la autoridad, sea está del nivel y partido que
sea, con el fin de contener y poner en declive la trayectoria de violencia,
entonces estamos fritos.
Sin paz, no hay país.
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