“El dinero se convirtió en un
parásito que devora la economía y el capital, en un depredador que saquea la
economía. Uno y otro, gracias a la globalización del mercado liberado de todas
las reglas y obstáculos, se emancipan de los Estados y de las sociedades,
sustituyendo las sociedades-Estado por la no-sociedad absoluta y los
Estados-Nación por un Estado “virtual” sin territorio ni fronteras ni
distancias ni ciudadanos: el Estado global propio del dinero-rey”.
André Gorz
Después de hacer las preguntas,
Klaus Schwab le requirió al presidente Enrique Peña Nieto un mensaje para los
empresarios de México y otro para los empresarios del mundo, a manera de cierre
iniciático. Ferviente y enfebrecido, Peña unificó el mensaje solicitado:
“Decirles que México es un país
donde el Gobierno cree en el empresariado de nuestro país, cree en nuestro
emprendedores. Somos un gobierno que no está del otro lado de nuestros
emprendedores, sino al lado de nuestros emprendedores.
“Creemos que nuestros
emprendedores son el alma y motor del desarrollo económico de una sociedad. Y
lo que hace este Gobierno, es ser un facilitador;”
De un plumazo quedó clausurado el
discurso priísta de los sectores, al tiempo que Peña Nieto arrebataba bandera
al blanquiazul, haciendo recordar lo dicho por Vicente Fox: “Un gobierno de
empresarios para empresarios”. Con ello, el Presidente logró lo que no pudieron
Salinas, ni Zedillo.
Antes, en su presentación ante el
Foro*, Peña había exhibido el orgullo de sus reformas: “son reformas que elevan
la productividad y competitividad de nuestra economía, como la Reforma Laboral,
la de Competencia Económica, la de Telecomunicaciones, la Financiera, la
Hacendaria y la Energética”.
Las necesarias reformas estructurales cumplidas en
la legislación se mantienen en el plano ideológico, sin alcanzar aún su
propósito transformador. Por ejemplo, no modifican la posición estructural de
México dentro de la economía global: dispensador de materias primas y oferente
de mano de obra barata. Las reformas refuerzan esta condición, me parece. Las
reformas se exponen en la ingenuidad del libre cambio, no tienen el contenido
de éxito que impulsa las ventajas de una economía de mercado: la producción
científica y tecnológica junto con el desarrollo de la industria militar. De
ello no se dice nada. Así, ni a los coreanos lograremos alcanzar.
Una deficiencia adicional, la
debilidad del Estado de derecho. En materia de transparencia y combate a la
corrupción sólo se alcanzó una reforma residual, que no garantizan estructuras
de gobierno completamente honestas y transparentes.
Que la ideología del mercado es
ya dominante en México eso lo verificará la elección del 7 de junio, formando
una mayoría del PRI y el PAN, sin solución para desahogar una agenda
socialdemócrata, anulada ésta desde las supuestas fuerzas adscritas a esa
filiación, el PRI y el PRD.
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