domingo, 12 de abril de 2015

La superficie y el fondo

Los insultos de cantina de los que han sido objeto personajes de la vida pública de origen judío, son un síntoma epidérmico cuya denuncia no ha sido suficiente para abrir un debate exploratorio de las vísceras de la intolerancia y el racismo.

Hay situaciones “estructurales” más allá de lo anecdótico, como es la condición de los jornaleros, dos millones de mexicanos que se desplazan de sus pueblos de origen a realizar labores agrícolas en otros estados de la república http://www.jornada.unam.mx/2015/04/06/politica/016n1pol, recibiendo desprecio y bajos salarios, jornaleros que abandonaron su tierra comunitaria para confinarse en espacios “concentracionarios” después de cumplir su jornada laboral de 18 horas. La movilización de San Quintín, Baja California, en la cual los jornaleros exigen condiciones dignas de vida ha sido mal comprendida por los empresarios del lugar y el gobernador del estado, para ellos la explotación extrema es algo aceptable con la condición humana. Las autoridades laborales y las organizaciones agrarias se muestran impotentes, por decir lo menos. Los jornaleros son un contingente numeroso de mexicanos a los que la movilización de San Quintín les dio leve visibilidad. Esta situación no reporta novedad alguna, es la ceguera voluntaria del resto de la sociedad para asegurar la inexistencia del otro, pues lo que no se ve no existe. A los jornaleros la revolución no les hizo justicia y al neoliberalismo no le importan.

En otra escena de la descomposición del país se encuentra la violencia del crimen organizado que le ha robado la alegría al siglo XXI mexicano. Decenas de miles han muerto, miles de desaparecidos, un puñado de periodistas asesinados, toda esa humanidad en ruinas han exhibido el debilitamiento de las capacidades institucionales. Cuál es el programa de atención y protección para las familias afectadas por la violencia. Digo, a lo mejor se está haciendo algo consistente, sin publicidad y discreción.


El México reformado, desde su impulso finisecular, no ha rendido lo prometido. Donde se proponía el jinete brioso del libre comercio dispensador de abundancia, donde se proponía el fogoso jinete de la democracia, surtidor de gobiernos justos y transparentes, no se encuentran resultados satisfactorios, salvo para una minoría. Lo que tenemos en el horizonte es el jinete negro del fascismo y eso no es una buena noticia, para disgusto de todos, quiero creer, no sólo del Presidente. Antes de partir a la cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá, Peña Nieto emitió una solicitud quejosa, supongo que a los medios o al menos a sus críticos o sería para todos los mexicanos: Hablen de lo bueno, no vean sólo lo malo, refiriéndose al turismo como la historia de éxito del sexenio. Faltó decir: no sean criticones. Frente a ese círculo rojo el Presidente se sabe absolutamente incomprendido, tal vez porque él abreva de un manantial autoritario del cual brotan decisiones que no se deliberan, se imponen. A lo mejor es una distorsión que se le supone por su pertenencia a la escuela lírica de Atlacomulco. Para evitar malos entendidos, Peña Nieto debería divulgar la sabiduría que lo inspira, compartir el conocimiento hermético sobre el que funda su praxis gubernativa. Si hay en él la imagen inspirada en el tejedor platónico o hay algo del Pontifex romano, el constructor de puentes o lo que se quiera poner. Eso tendría que estar a la luz pública y sería impropio preguntarle al IFAI.

Es tiempo para evitar que la acidia nos alcance.

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