Los insultos de cantina de los
que han sido objeto personajes de la vida pública de origen judío, son un
síntoma epidérmico cuya denuncia no ha sido suficiente para abrir un debate
exploratorio de las vísceras de la intolerancia y el racismo.
Hay situaciones “estructurales”
más allá de lo anecdótico, como es la condición de los jornaleros, dos millones
de mexicanos que se desplazan de sus pueblos de origen a realizar labores
agrícolas en otros estados de la república http://www.jornada.unam.mx/2015/04/06/politica/016n1pol, recibiendo desprecio y bajos
salarios, jornaleros que abandonaron su tierra comunitaria para confinarse en
espacios “concentracionarios” después de cumplir su jornada laboral de 18 horas. La
movilización de San Quintín, Baja California, en la cual los jornaleros exigen
condiciones dignas de vida ha sido mal comprendida por los empresarios del
lugar y el gobernador del estado, para ellos la explotación extrema es algo
aceptable con la condición humana. Las autoridades laborales y las
organizaciones agrarias se muestran impotentes, por decir lo menos. Los
jornaleros son un contingente numeroso de mexicanos a los que la movilización
de San Quintín les dio leve visibilidad. Esta situación no reporta novedad
alguna, es la ceguera voluntaria del resto de la sociedad para asegurar la
inexistencia del otro, pues lo que no se ve no existe. A los jornaleros la
revolución no les hizo justicia y al neoliberalismo no le importan.
En otra escena de la
descomposición del país se encuentra la violencia del crimen organizado que le
ha robado la alegría al siglo XXI mexicano. Decenas de miles han muerto, miles
de desaparecidos, un puñado de periodistas asesinados, toda esa humanidad en
ruinas han exhibido el debilitamiento de las capacidades institucionales. Cuál
es el programa de atención y protección para las familias afectadas por la
violencia. Digo, a lo mejor se está haciendo algo consistente, sin publicidad y
discreción.
El México reformado, desde su
impulso finisecular, no ha rendido lo prometido. Donde se proponía el jinete
brioso del libre comercio dispensador de abundancia, donde se proponía el
fogoso jinete de la democracia, surtidor de gobiernos justos y transparentes,
no se encuentran resultados satisfactorios, salvo para una minoría. Lo que tenemos
en el horizonte es el jinete negro del fascismo y eso no es una buena noticia,
para disgusto de todos, quiero creer, no sólo del Presidente. Antes de partir a
la cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá, Peña Nieto emitió una
solicitud quejosa, supongo que a los medios o al menos a sus críticos o sería
para todos los mexicanos: Hablen de lo bueno, no vean sólo lo malo,
refiriéndose al turismo como la historia de éxito del sexenio. Faltó decir: no
sean criticones. Frente a ese círculo rojo el Presidente se sabe absolutamente
incomprendido, tal vez porque él abreva de un manantial autoritario del cual
brotan decisiones que no se deliberan, se imponen. A lo mejor es una distorsión
que se le supone por su pertenencia a la escuela lírica de Atlacomulco. Para
evitar malos entendidos, Peña Nieto debería divulgar la sabiduría que lo
inspira, compartir el conocimiento hermético sobre el que funda su praxis
gubernativa. Si hay en él la imagen inspirada en el tejedor platónico o hay
algo del Pontifex romano, el
constructor de puentes o lo que se quiera poner. Eso tendría que estar a la luz
pública y sería impropio preguntarle al IFAI.
Es tiempo para evitar que la acidia nos alcance.
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