Aunque no me crean, vi y escuche
el mensaje del Presidente del martes 2 de septiembre al mediodía. Llama la
atención el énfasis por futurizar, Peña Nieto el hombre del mañana. Al tiempo
que se presentó el inconmovible proferimiento de cifras y programas, para no
variar. Una reunión convocada por Ejecutivo en la cual, la representación del
Congreso y de la Corte contribuyeron con el detalle fársico en relación con el
ceremonial del pasado.
Una forma de futurizar sin
atender minuciosamente el presente, estigmatizando el pasado. Celebrando la
ruptura de mitos y paradigmas que no se atrevió a nombrar. Así la ruptura
resultó falaz o no completa, si se considera que durante noventa minutos, más o
menos, se paseó el mito del mesías por el Palacio Nacional en la figura del
Presidente. Mito fundacional del sistema político mexicano al que no le ha
llegado la reforma que lo mueva (Sobre el punto ver mi ensayo La política y el ciudadano en México,
UNAM, 1989, p.p. 54-57)
Es obvio que el Presidente no
se haya detenido en pormenorizar la hoguera michoacana, en los desastres
ambientales provocados por procesos industriales, ni en la empresa Oceanografía
hoy sostenida por el Estado. Siguiendo los dictados de la sub-filosofía del
pensamiento positivo, a la negatividad no hay que invocarla ni con el pétalo de
una mención. Hegelianos del mundo ¡Hundíos!
El nudo de la situación económica
pasó de lado. Su momento jubiloso fue la inversión extranjera en la industria
automotriz, que no es obra de la actual administración, sino de la
liberalización comercial iniciada hace décadas. No hay que olvidar que dicha
inversión ha sido alentada por la demanda norteamericana. Si hay un mérito que
presumir, ése hay que otorgarlo a los obreros, a su capacidad y bajo costo, no
cobran los salarios que se estilan en la matriz varia de esta industria y son excelentes
operarios.
Si bien no se abundó en la
situación actual de la economía, eso no quiere decir que el tema económico
quedará vaciado de interés. De ninguna manera. Sé que un discurso tan largo
puede marear, pero hay especialistas que al día siguiente lo espabilaban para
encontrar la significación central de la alocución presidencial. Samuel García en su
columna El observador http://www.24-horas.mx/observador-programa-de-choque-en-marcha/, el día después, desentrañó el mensaje: se trató de la presentación de
un “programa económico de choque”. Esto es, la inversión y el gasto público
como la avanzada del crecimiento económico. Si esto significa el reconocimiento
a la insostenibilidad del dogma del libre mercado como pensamiento único, pues
bienvenido el programa.
Pero dos cosas faltan por
asegurar de parte del gobierno:
Primero detener la corrupción,
verificar que los dineros públicos lleguen bien y cumplan su propósito. Sin desviaciones,
ni patrimonialismos; segundo, un pacto con los empresarios, los grandes, para
que dejen de capturar improductivamente los dineros públicos. Es el caso de
inversión y subsidios para el campo que acaparan grandes empresas sin
contribuir a la seguridad alimentaria, o como el escándalo de la Línea dorada
del metro de la Ciudad de México que ha salido más caro que lo presupuestado.
Si se resuelven estas dos
deficiencias estructurales, posiblemente las expectativas presidenciales se
cumplan. Futurizar habrá sido provechoso para el crecimiento económico.
El presidente Peña Nieto ha
tocado el laúd ¿Escuchamos la misma música?
Críptico, no, algo, ligeramente, sólo un eco de lo que estaba leyendo. En el se expone el sentido íntimo que recorre todo un discurso, su significado envolvente. Entre otras ideas, claro está (Agamben, Giorgio. Signatura rerum. Sobre el método, Anagrama, 2010)
Críptico, no, algo, ligeramente, sólo un eco de lo que estaba leyendo. En el se expone el sentido íntimo que recorre todo un discurso, su significado envolvente. Entre otras ideas, claro está (Agamben, Giorgio. Signatura rerum. Sobre el método, Anagrama, 2010)
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