Todos o casi, tenemos un recuerdo
del bravucón de la escuela, de las peleas que provocaba, a veces campales. Me
refiero al peleonero adscrito por la demografía a la población puberto
adolescente, inscrito en la educación básica.
El especialista podrá explicarnos
sobre el cambio hormonal que ocurre en esas edades y como inciden en el
comportamiento, en la búsqueda de identidad cuando todas resultan
insatisfactorias - por lo menos la que inducen los padres- y el deseo de ser
visto que invade a esta porción de la población –incluidos los más tímidos.
No estamos ante un comportamiento
novedoso, la novedad asiste, sí, a la utilización de dispositivos tecnológicos
facilitadores de la exhibición a gran escala de un hecho, en otra época aislado
y aislable, ahora compartido por medio de un teléfono inteligente a través de
una red social.
Es cuando la tecnología se vuelve
tóxica, en el contexto de una sociedad liberista, que no libre. Donde la radio
y la televisión sustituyen, hasta cierto punto, a la familia, así como el
internet se convierte en la escuela. Una transformación cultural de la que se
atisban consecuencias en los relatos de ciencias ficción.
Es un problema global, que sin
recurrir al despliegue estadístico de OCDE, queda muy bien exhibido en el
documental de Michael Moore, Masacre en Columbine (2002) y en la película
británica El gigante egoísta (2013) de Clio Bernard. Para no confundirnos: no
se trata de un problema de los mexicanos, ni de los países en desarrollo. Lo
que desconcierta, pero no sorprende, es cómo los altos funcionarios del aparato
público educativo se enrollan en la bandera nacional.
Se lanzan quince acciones para
resolver ahora sí, ellos, el problema de la violencia en las escuelas. De veras
no estaban preparados o donde estaban cuando se preparó el Plan Nacional de
Desarrollo 2013-2018. Si revisa sus archivos, la Secretaría de Educación Pública
encontrará una colección de programas, de estudios realizados sobre la
cuestión, para atender la problemática en lo que respecta a sus atribuciones.
No se está empezando de cero.
No obstante, persiste la maña
burocrática: vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro. La contundencia afirmativa y llana no le da vueltas: i) tenemos
un padrón real (no total) de sujetos agresores y de los agredidos; ii) ya están
operando programas de actividades de atención a los estudiantes involucrados y;
iii) la información sobre los resultados está disponible ya. Lo demás es parafernalia, teatro, grandilocuencia. Como gustéis. Muy
parecido al intrascendente acto de abanderamiento de los jugadores
seleccionados por la Federación Mexicana de Futbol.
La SEP, las familias, tienen un
ámbito limitado de acción, no resolverán lo causalmente atribuible a la
economía y a la sociedad. Sobre todo la primera, cuando se postula como un
orden “libre” de valores.
Acaso es preferible recuperar el
ascetismo medieval. Admirar, como los antiguos griegos, la calidad heroica de
un multihomicida como Odiseo. O envidiar la estabilidad de una comunidad
denominada primitiva, donde el individuo, por el hecho de pertenecer a ella ya
tiene un lugar asegurado en su ambiente social, siempre y cuando acepte y
cumple los ritos de paso.
Parafraseando a D. Riesman, las
sociedades padecen los problemas que se inventan.
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