lunes, 2 de junio de 2014

El bravucón

Todos o casi, tenemos un recuerdo del bravucón de la escuela, de las peleas que provocaba, a veces campales. Me refiero al peleonero adscrito por la demografía a la población puberto adolescente, inscrito en la educación básica.

El especialista podrá explicarnos sobre el cambio hormonal que ocurre en esas edades y como inciden en el comportamiento, en la búsqueda de identidad cuando todas resultan insatisfactorias - por lo menos la que inducen los padres- y el deseo de ser visto que invade a esta porción de la población –incluidos los más tímidos.

No estamos ante un comportamiento novedoso, la novedad asiste, sí, a la utilización de dispositivos tecnológicos facilitadores de la exhibición a gran escala de un hecho, en otra época aislado y aislable, ahora compartido por medio de un teléfono inteligente a través de una red social.

Es cuando la tecnología se vuelve tóxica, en el contexto de una sociedad liberista, que no libre. Donde la radio y la televisión sustituyen, hasta cierto punto, a la familia, así como el internet se convierte en la escuela. Una transformación cultural de la que se atisban consecuencias en los relatos de ciencias ficción.

Es un problema global, que sin recurrir al despliegue estadístico de OCDE, queda muy bien exhibido en el documental de Michael Moore, Masacre en Columbine (2002) y en la película británica El gigante egoísta (2013) de Clio Bernard. Para no confundirnos: no se trata de un problema de los mexicanos, ni de los países en desarrollo. Lo que desconcierta, pero no sorprende, es cómo los altos funcionarios del aparato público educativo se enrollan en la bandera nacional.


Se lanzan quince acciones para resolver ahora sí, ellos, el problema de la violencia en las escuelas. De veras no estaban preparados o donde estaban cuando se preparó el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018. Si revisa sus archivos, la Secretaría de Educación Pública encontrará una colección de programas, de estudios realizados sobre la cuestión, para atender la problemática en lo que respecta a sus atribuciones. No se está empezando de cero.

No obstante, persiste la maña burocrática: vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro. La contundencia afirmativa y llana no le da vueltas: i) tenemos un padrón real (no total) de sujetos agresores y de los agredidos; ii) ya están operando programas de actividades de atención a los estudiantes involucrados y; iii) la información sobre los resultados está disponible ya. Lo demás es parafernalia, teatro, grandilocuencia. Como gustéis. Muy parecido al intrascendente acto de abanderamiento de los jugadores seleccionados por la Federación Mexicana de Futbol.

La SEP, las familias, tienen un ámbito limitado de acción, no resolverán lo causalmente atribuible a la economía y a la sociedad. Sobre todo la primera, cuando se postula como un orden “libre” de valores.

Acaso es preferible recuperar el ascetismo medieval. Admirar, como los antiguos griegos, la calidad heroica de un multihomicida como Odiseo. O envidiar la estabilidad de una comunidad denominada primitiva, donde el individuo, por el hecho de pertenecer a ella ya tiene un lugar asegurado en su ambiente social, siempre y cuando acepte y cumple los ritos de paso.

Parafraseando a D. Riesman, las sociedades padecen los problemas que se inventan.



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