jueves, 5 de junio de 2014

De la expectativa a la realidad

Sigue la relación tensa entre gobierno y empresarios. Echar abajo la reforma fiscal es el propósito de la iniciativa privada que no está sola, se encuentra bien alcahueteada por el Banco de México.

De parte del gobierno, desde el lanzamiento de las reformas ha jugado mal sus expectativas. Un paquete de reformas que va en el sentido de la liberalización económica tendrían asegurado el entusiasmo empresarial, acompañado de una disposición inversora sin precedentes. La expectativa no se cumplió, por el contrario, se terminó por atizar la desconfianza.

El error del gobierno fue el no asegurarse el respaldo pleno de los empresarios. El gobierno no vio la realidad, supuso la adhesión instantánea a su demostración de fe liberal.

¿Cuál es la realidad? Una clase empresarial orientada exclusivamente por su interés, el cual no incluye el crecimiento, el fortalecimiento del mercado interno, la creación de empleos, costos ambientales. De otra manera cómo se explica el crecimiento de la informalidad. Su interés es asegurar ganancias crecientes, sin preocuparse cómo le va al resto del país. Esa realidad no la vio el gobierno y ahora se ve emproblemado.

Los empresarios están en otro mundo, su ‘pensamiento’ corre por otra vía distinta a la de las políticas públicas. Su ‘filosofía’ se reduce  a la cháchara motivacional, al ‘coaching’, ‘reingenierías’, toda una sarta de boberías. Según Barbara Ehrenreich, creencias que son de consecuencia antieconómica respecto al desarrollo. En particular revisar los capítulos IV y VII de Sonrié o muere, Turner publicaciones (2011) Absorta en su absurdo, la iniciativa privada no entiende que si fracasa la reforma fiscal también fracasarían las acciones en contra de la inseguridad, los grandes proyectos de infraestructura no darán los rendimientos esperados. A lo mejor si lo tienen claro pero no está en su interés.



Al gobierno le hace mal manejarse por expectativas cuando el cumplimiento de éstas depende de la colaboración de la iniciativa privada.

La situación del gobierno es apremiada, hasta me acordé de José López Portillo. No precisamente por su confrontación con los empresarios, sino de un triste capítulo de su vida privada: su matrimonio con la vedete argentina Sasha Montenegro. Resulta que Don José, entrado en la condición de ex presidente, le dio rienda suelta a su expectativa de macho alfa, se matrimonió con una mujer muy completa: chiche,  nalga, pierna, guapa y fértil, desde la óptica del macho cabrón, claro está. Obvio, no fue un arreglo bajo las reglas del amor caballeresco, el dinero fue factor decisivo. El tiempo se encargó de vestir a Don José con los rasgos propios de la decrepitud. La señora, que no se movía por expectativas sino por su interés, no tardó en iniciar un juicio de divorcio. Se fue a los tribunales, le quitó a los hijos y, por supuesto, el dinero.


Bueno, cada quien sus conclusiones. Queda entendido que un gobierno no lo mueven sólo las expectativas sino intereses bien definidos. De la iniciativa privada mexicana, que se debate entre el autoelogio y la victimización, me limitó a decir que no tiene remedio.

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