viernes, 14 de febrero de 2014

Vámonos con tiento


La cargada publicitaria y el autoelogio reformador van de la mano. La transformación ha “movido” a México. El país es otro. Vámonos con tiento, con prudencia. La precisión es más importante que la rapidez. La inteligencia tiene que someter a la astucia y no al revés.

Los cambios en la Constitución y en las leyes, impulsados por ciclónicas reformas llamadas estructurales no han cambiado estructuras, si acaso, se ha dado un acomodamiento topológico de estructuras preexistentes, reforzando ciertas realidades y oprimiendo otras.

La disputa por los beneficios de las reformas apenas comienza. Una lucha entre élites empresariales por quedarse con la mejor tajada del proceso reformador (energía, ferrocarriles, telecomunicaciones) Mismas élites que pugnan por reducir el contenido social de la reforma hacendaria y llegan a doblar al gobierno, es el caso de la minería. Sin faltar la resistencia de los profesores a la reforma educativa.

Entramos a la etapa más difícil de las reformas: la adoptación y adaptación de las reformas por parte de la sociedad.

Hay que empezar por hacer las cuentas claras antes de hacer las alegres. Considérese el primer tramo reformador 1982-2012. Cuáles son los saldos de esas reformas para definir, como dicen los planeadores, una línea base ¿La tenemos? A partir de las actuales reformas hay cinco años para poder contrastar la línea base y obtener apenas indicios de qué se ha movido en México y en qué sentido.

Mientras tanto resaltemos un ámbito, el de la cultura, entendido en las significaciones sociales que estudian las ciencias sociales: instituciones, hábitos, valores, ideologías, religión, rituales y símbolos (Por cierto, no incluyo a las ciencias jurídicas, se cuecen aparte y no soy abogado)


En ese ámbito de la cultura se podrían establecer elementos de medida para verificar si la transformación reformadora realmente ha movido a México.

Una primera delimitación empieza por recuperar el señalamiento hecho por Pablo González Casanova en su obra viva La Democracia en México (Ediciones Era, 1995) acerca de la desproporción y oposición entre el México real y el México formal. Seremos capaces de reducir el abismo.
 

 
Una segunda delimitación para medir el alcance de las reformas se observaría en la modificación de la cultura ladina que en 1959 describió Eric Wolf (Ediciones Era, 1967) Esa manera de desplazarnos en dos códigos heredada de los caciques indios, que entendían el lenguaje de los naturales y el otro, el de los conquistadores. Esa habilidad cultural donde decir sí quiere decir no y viceversa, lo cual extendido, socializado, nos lleva a formar dos esferas que se niegan y se afirman, ya en secuencia incluso en simultaneidad, el ya mencionado México real y el México formal. Seremos capaces de producir un lenguaje político directo, sin ambigüedades.
 

 
Bueno, si verdaderamente se quiere ir más allá de la publicidad.

No hay comentarios.:

Powered By Blogger