martes, 11 de febrero de 2014

La santa transparencia


En México se legisla por aproximaciones y se rehúye a lo definitivo, encareciendo los buenos propósitos o los principios bienhechores. El viernes 7 de febrero se publicó el decreto de reformas constitucionales en materia de transparencia. De sus efectos esperados: mejorar cualitativa y cuantitativamente el servicio público, maximizar el uso de los recursos públicos con un manejo más transparente de la información pública. Lo alcanzado en el pasado no ha sido suficiente, se ha ahogado en la disputa electorera.

No fue suficiente el original Artículo Sexto de la Constitución. Ni lo referente al Juicio Político que no le quita el sueño al pintado y al despintado. Ni la Ley de Responsabilidades, ni la de Procedimientos Administrativos. Salvedades y reservas no han faltado para obstruir la  transparencia y la rendición de cuentas.

Recordémoslo, la aproximación ha sido la regla, nunca la consumación. Siempre la celebración ritual de lo alcanzado y su dejo de ya nunca más. Vicente Fox y la Ley de Transparencia, la fundación del IFAI y una reforma constitucional (2005) impulsada desde la sociedad civil.

Se potencia con la reforma constitucional recién promulgada, la rendición de cuentas por la vía de la centralización y la ampliación de los sujetos obligados (fideicomisos. Partidos y sindicatos, etc.) En espera de su fundación en nuevo organismo autónomo que sustituirá al IFAI ¿Comisión Nacional Anticorrupción? La expedición de una Ley General y la reforma a la Ley de Transparencia.

Entonces, sólo entonces, la honestidad en el ejercicio de los recursos públicos quedará por fin alumbrada. Lo del ayer queda en el ayer. Mirar al futuro, positivamente. Por fortuna se tiene un gobierno, un legislativo, audaz y visionario. No digo valiente para no confundirlos con Pancho Pantera. O será que el país se ha mirado en el espejo de Michoacán.

Por lo pronto, el presidente Peña Nieto nos informa que la reforma constitucional decretada da cumplimiento a lo que la gente ha exigido: cómo y en qué se aplican los recursos públicos. La gente lo pidió y es suficiente. Aquí no vienen al caso las cifras macroeconómicas, el inventario estadístico, las encuestas y el regodeo tecnocrático de los datos duros. Para qué mentar la soga en la casa del ahorcado.
Ni una leve descripción del estado actual de la transparencia y la rendición de cuentas como motivo de la reforma, no cabe descripción o narrativa que coloreé la cañería de la corrupción, hasta la palabra está ausente en el discurso presidencial. Tal vez porque el fondo del problema es biológico y social, está en los genes, en usos y costumbres. Luego entonces, transformar no implica poner la razón ilustrada a disposición para contrarrestar los designios de la naturaleza y la tradición.

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