lunes, 24 de febrero de 2014

Recapturar


La palabra precedente, capturar: “Aprehender a alguien que es o se reputa delincuente, y no se entrega voluntariamente” (RAE). Volver a capturar al evadido, eso ha hecho la autoridad con Joaquín Guzmán Loera, afamado capo que ha conquistado la lista de los ricachones mundiales de la revista Forbes. Se ha subsanado una singular y notoria falla del sistema penitenciario, de la cual los principales responsables quedaron impunes.

La recaptura del malhechor puede bonificar en el revestimiento de la desgastada legitimidad del gobernante. El prófugo se hizo ubicuo, gracias a las coordenadas establecidas por tecnología de alta precisión. Un acontecimiento exitoso que no merece ser explotado mediáticamente, estos es, compararlo con la saga fallida de Eliot Ness. De algo debe servir la experiencia lastimosa del sexenio pasado, aunque haya medios que quieran lucrar con la reaprehensión del delincuente de ligas mayores haciendo una pobre narrativa del detalle sin respetar la inteligencia de la audiencia.

Estamos ante un acontecimiento que revela, de manera inmediata a las autoridades encargadas de la seguridad, toda una estructura de complicidad que no se tiene que cantar hasta ajustarla al debido proceso. Es de esperarse que los cómplices también sean alcanzados por el brazo de la ley, que ahora sí haya condiciones para revertir el crecimiento de la criminalidad.

Hay, también, una obligación de trascender la nota roja, lo meramente policíaco. Esto es, encarar la profundidad de lo criminal revelando las estructuras subyacentes que lo han prohijado y estructurado como parte del cuerpo social, haciendo ver como natural, como destino, la criminalidad (lo mismo se hace con la pobreza)

El caso es que para transformar al país apenas se está bordando en la superficie de las normas jurídicas. Ir al fondo, se ha dicho hasta el cansancio, significa entronizar la vigencia del Estado de Derecho. Ir al fondo significa desmontar de su centralidad la ideología del mercado que se erige falazmente en ley supralegal. Esto no quiere decir propugnar por la desaparición del mercado, nada más ponerlo en un horizonte civilizatorio, protector de las personas y del medio ambiente. Revalorar el verbo proteger y desembarazarnos de esa fruición por descalificar la protección como proteccionismo.

Recordar que la ley que hace viable todo sistema social es proteger a sus miembros. Lo que no sucede cuando nos confiamos cándidamente en los poderes salvíficos del mercado. Batallas le sobran al gobierno, combinando lo sistemático con lo oportuno. En la mira está Gastón Azcárraga, delincuente de cuello blanco, y los agraciados indebidamente por el calderonismo, Felipe Calderón incluido. Nada más como entrada.

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