lunes, 13 de enero de 2014

Francisco I en México


Entre siglos, XX y XXI, la iglesia católica en México se destacó como un actor político influyente sin reparar en el Estado laico (Bueno, en el mundo globalizado el Estado como tal es una realidad menguante si  o es potencia) Su opinión circulaba rumbosamente en los espacios de la prensa. Posiblemente este protagonismo fue estimulado por ese hábil personaje mediático que fue Juan Pablo II, quien junto a Margaret Tatcher y Ronald Reagan se constituyeron en los líderes destructores de la órbita soviética.

A la muerte de Karol Woijtyla le sucedió Benedicto XVI como jefe de la iglesia. Recibió un estado Vaticano dañado por las prácticas de curas pederastas (clérigos que durante décadas abusaron sexualmente de niños y jóvenes) y el papa alemán se ofreció como fusible de la crisis ética renunciando a su cargo.

El 13 de marzo de 2013, la crema y nata cardenalicia ungió a Jorge Bergoglio como nuevo papa: Francisco I. Desde entonces la jerarquía de la iglesia mexicana se ha mantenido en un bajo perfil. Quiérase o no, el argentino tiene su propio esquema de lo que es el papel de la iglesia en el mundo. La adopción del nombre Francisco es un homenaje al santo de Asís.

¿Estará la actual sociedad preparada para incorporar a su vida el paradigma arcaico de San Francisco?

Llama la atención que Francisco I no cuente con la presencia en los medios que tuvieron sus antecesores.

A la clase política, a los empresarios y, por qué no, el crimen organizado les incomoda el nuevo papa. Es una interrogante.

A la población católica, sumida en el consumismo, confunde la religión con la magia y gustosa ve en Jesucristo un mercader más con el cual se hacen transacciones sobre asuntos terrenales a cambio de fidelidad (la devoción a San Judas Tadeo o a la santa muerte, por ejemplo)

El porvenir de Francisco I en México es un claroscuro pues no vivimos en un mundo franciscano y sí en una sociedad convulsionada. El paralelismo que hace el jesuita Leonardo Boff en su libro Francisco de Roma y Francisco de Asís (Editorial Trota 2013) es apenas un deseo en espera de su materialización.
 

Cómo apreciar la prédica de San Francisco a la luz de los tiempos actuales. Un clásico del cine italiano, Roberto Rossellini nos aproxima a la cuestión. En su cinta Francisco, juglar de Dios (1950) a cuántos podrá cautivar la dulce inocencia, quiénes estamos dispuestos a conducirnos por el amor al semejante y a la naturaleza, con actitud humilde y hacer de la pobreza vocación. Creo que nos encontramos en las antípodas.
 

Considerar ese fragmento de la oración de San Francisco que dice:
“Que no me empeñe tanto
En ser consolado, como en consolar.
En ser comprendido, como en comprender
En ser amado, como en amar”

Difícilmente se puede asegurar que se trate del paradigma conductual de nuestra época, aunque se dan excepciones: la organización civil Las Patronas, mujeres que atienden el sufrido éxodo de los que emigran de Centroamérica a los Estados Unidos. En el video en el que aparece una de las integrantes de esa organización. Específicamente el discurso que planta ante el presidente Enrique Peña Nieto con motivo del reconocimiento oficial a su labor a favor de los derechos humanos. Es un discurso que empata con el apostolado de Francisco I. Un discurso firme, respetuoso, nunca ad hominen como muchos lo apreciaron y en el que se hace un listado de los males de México. Un discurso de mano eclesial.
 
En estas condiciones el exhorto apostólico del papa Francisco puede colisionar con la política económica imperante pues no se puede dejar de advertir que los documentos que produce El Vaticano hay que manejarlos con pinzas http://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf La iglesia católica es una institución camaleónica, maestra que tiene como discípulo adelantado al mismo Partido Revolucionario Institucional.

Escepticismo aparte, sería afortunado que Estado e iglesia concurrieran con sus respectivos medios a reducir la pobreza que aqueja a millones de mexicanos.

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