Entre siglos, XX y XXI, la
iglesia católica en México se destacó como un actor político influyente sin
reparar en el Estado laico (Bueno, en el mundo globalizado el Estado como tal
es una realidad menguante si o es
potencia) Su opinión circulaba rumbosamente en los espacios de la prensa.
Posiblemente este protagonismo fue estimulado por ese hábil personaje mediático
que fue Juan Pablo II, quien junto a Margaret Tatcher y Ronald Reagan se
constituyeron en los líderes destructores de la órbita soviética.
A la muerte de Karol Woijtyla le
sucedió Benedicto XVI como jefe de la iglesia. Recibió un estado Vaticano dañado
por las prácticas de curas pederastas (clérigos que durante décadas abusaron
sexualmente de niños y jóvenes) y el papa alemán se ofreció como fusible de la
crisis ética renunciando a su cargo.
El 13 de marzo de 2013, la crema
y nata cardenalicia ungió a Jorge Bergoglio como nuevo papa: Francisco I. Desde
entonces la jerarquía de la iglesia mexicana se ha mantenido en un bajo perfil.
Quiérase o no, el argentino tiene su propio esquema de lo que es el papel de la
iglesia en el mundo. La adopción del nombre Francisco es un homenaje al santo
de Asís.
¿Estará la actual sociedad
preparada para incorporar a su vida el paradigma arcaico de San Francisco?
Llama la atención que Francisco I
no cuente con la presencia en los medios que tuvieron sus antecesores.
A la clase política, a los
empresarios y, por qué no, el crimen organizado les incomoda el nuevo papa. Es
una interrogante.
A la población católica, sumida
en el consumismo, confunde la religión con la magia y gustosa ve en Jesucristo un
mercader más con el cual se hacen transacciones sobre asuntos terrenales a
cambio de fidelidad (la devoción a San Judas Tadeo o a la santa muerte, por
ejemplo)
El porvenir de Francisco I en
México es un claroscuro pues no vivimos en un mundo franciscano y sí en una
sociedad convulsionada. El paralelismo que hace el jesuita Leonardo Boff en su
libro Francisco de Roma y Francisco de
Asís (Editorial Trota 2013) es apenas un deseo en espera de su materialización.
Cómo apreciar la prédica de San
Francisco a la luz de los tiempos actuales. Un clásico del cine italiano,
Roberto Rossellini nos aproxima a la cuestión. En su cinta Francisco, juglar de Dios (1950) a cuántos podrá cautivar la dulce
inocencia, quiénes estamos dispuestos a conducirnos por el amor al semejante y
a la naturaleza, con actitud humilde y hacer de la pobreza vocación. Creo que
nos encontramos en las antípodas.
Considerar ese fragmento de la oración de
San Francisco que dice:
“Que no me empeñe tantoEn ser consolado, como en consolar.
En ser comprendido, como en comprender
En ser amado, como en amar”
Difícilmente se puede asegurar
que se trate del paradigma conductual de nuestra época, aunque se dan
excepciones: la organización civil Las Patronas, mujeres que atienden el
sufrido éxodo de los que emigran de Centroamérica a los Estados Unidos. En el
video en el que aparece una de las integrantes de esa organización.
Específicamente el discurso que planta ante el presidente Enrique Peña Nieto
con motivo del reconocimiento oficial a su labor a favor de los derechos
humanos. Es un discurso que empata con el apostolado de Francisco I. Un discurso
firme, respetuoso, nunca ad hominen
como muchos lo apreciaron y en el que se hace un listado de los males de
México. Un discurso de mano eclesial.
En estas condiciones el exhorto
apostólico del papa Francisco puede colisionar con la política económica
imperante pues no se puede dejar de advertir que los documentos que produce El
Vaticano hay que manejarlos con pinzas http://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf La iglesia católica es una institución
camaleónica, maestra que tiene como discípulo adelantado al mismo Partido
Revolucionario Institucional.
Escepticismo aparte, sería
afortunado que Estado e iglesia concurrieran con sus respectivos medios a
reducir la pobreza que aqueja a millones de mexicanos.
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