viernes, 17 de enero de 2014

Descomposición local


Mal se resuelve lo que sólo se etiqueta. Qué está sucediendo en Michoacán, también en otras partes del país y otros matices, incluyendo la Ciudad de México. Se trata de una guerra, de una guerrilla o de la narco guerrilla, de las sugerencias torcidas del colombiano Óscar Naranjo de fomentar grupos paramilitares. Se informa en los medios desde un maniqueísmo inacabado: malos los templarios, malos los del cártel nueva generación, malos los que pertenecen a las autodefensas, malos los tres niveles de gobierno ¿Y dónde están los buenos?

La autoridad, desde tiempo atrás, no se ha detenido a considerar la descomposición local. No se informa de biografías, de historias de familia y de pueblo. Tampoco del efecto de la migración a los Estados Unidos y el trasiego cultural que se da. Nada se dice de modificaciones en la tenencia de la tierra o su aprovechamiento, ni qué decir de las transacciones urbanas. El deterioro del servicio público. Del resultado antisocial de poner a la codicia como guía moral. No contamos con el detalle de una micro economía política, si se me permite esta expresión aberrante. Con esta información se podrían acomodar las piezas de este rompecabezas fatal. Pero la autoridad no lo quiere hacer, si lo hace echaría por tierra el discurso triunfalista de las reformas “estructurales”  que se han sucedido en las últimas tres décadas.

El historiador inglés, E. J. Hobsbawn, tiene una serie de ensayos dedicados al estudio de movimientos sociales dedicados al estudio de movimientos sociales que se desprenden de la descomposición de la sociedad tradicional frente a la formación del estado nacional y la economía moderna. Cierto es que se refiere a una diversidad de movimientos con diferencias características (Ver Rebeldes Primitivos. Ariel, 1974; Bandidos. Ariel, 1976)

 

Lo que rescato de las lecturas mencionadas es la constatación de una descomposición local como común denominador. Para nuestro tiempo presente, la descomposición que surge del agotamiento de la sociedad posrevolucionaria y el impulso de la “individuación” del mercado como signo y destino de la vida en sociedad. Lo cual se agrava con un conocimiento deshumanizado de corridas estadísticas y encuestas que enfocan lo macro e ignoran lo local.

Padecemos una transición sin cimientos. Sin formación de ciudadanía, de mercados competitivos (nada de compadrazgos y fullerías) y servicios públicos sin la mácula de la corrupción. Sin esos cimientos las reformas no van a rendir, por el contrario, catalizarán la confrontación. Así consagraremos al país como el campeón del ya merito.

Que quede claro, pragmatismo sin conocimiento real solo da palos de ciego.

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