Originalmente, el macartismo fue
una orientación del gobierno estadounidense para ejercer el terror en contra de
expresiones ideológicas, específicamente del comunismo y todo el espectro de la
izquierda. Los tiempos han cambiado, el Estado está más obligado a cumplir la
cabal vigencia de los derechos humanos y no es correcto que abiertamente
promueva la eliminación ideológica. En esta consideración de la actualidad
posmoderna, alguien se encarga de instrumentar la eliminación del adversario
ideológico y para ello se pintan solos los corporativos mediáticos,
supuestamente apolíticos y apartidistas, faltaba más.
El conflicto magisterial –más político
que de educación- ha sido ocasión para que los bárbaros de las
telecomunicaciones se engarcen para destruir al movimiento. No pierden ocasión
para linchar a los profesores, los más enloquecidos solicitan la represión ya,
a través de sus “intelectuales”. Incitan a la represión que surta los efectos
de una lección negativa, antidemocrática: si tienes derecho a manifestarte en
la vía pública, mejor no lo uses.
Hay voces experimentadas dentro
del gobierno que saben lo que está en juego para la actual administración.
Jesús Murillo Karam, por ejemplo. Es más, los sectores ilustrados –los hay- son
conscientes de la encrucijada actual. No es casual que con regularidad José
Carreño Carlón (líder estudiantil del 68 y actual director del Fondo de Cultura
Económica) invoque frecuentemente el estudio sobre la personalidad autoritaria,
coordinado por Theodor W. Adorno, hace más de medio siglo, para disuadir las
posiciones intolerantes.
No está por demás invocar, sobre
todo citar, al filósofo alemán, quien también se encargó de otra investigación concerniente
a la televisión (1952-53).
“El medio mismo integra el
esquema general de la industria de la cultura y fomenta su tendencia a deformar
y aceptar desde todos los ángulos la conciencia del público, como síntesis del
cine y la radio. La meta, la de poder repetir en una imagen suficiente,
captable para todos los órganos, la totalidad del mundo sensible, este sueño
insomne, se ha aproximado mediante la televisión y permite, de consuno,
introducir en este duplicado del mundo, y sin que se lo advierta, lo que se
considere adecuado para reemplazar al real”.
Y continua, “…la tendencia
económica general fundante de la sociedad contemporánea, que no pretende en sus
formas de conciencia sobrepasarse y superar el statu quo, sino que trata incansablemente de reforzarlo y, donde se
ve amenazado, volver a restaurarlo. La presión bajo la cual viven los hombres
se ha acrecentado en la medida que no podrían soportarla si las precarias
gratificaciones del conformismo, que ya han acatado una vez, no les fueran
renovadas nuevamente y repetidas en cada uno”
Respecto a las imágenes
promovidas por la televisión en el individuo, nuestro autor afirma: “Ellas
están allí para conferir brillo a su vida gris, sin presentarle empero algo que
sea distinto: de antemano son inútiles. Lo distinto es insoportable, pues sirve
para recordarle lo que está prohibido. Todo parece pertenecerle, justamente
porque no se pertenece ni así mismo…La falta de distancia, la parodia de
fraternidad y solidaridad han servido, sin duda, para llevar al nuevo medio a
su indescriptible popularidad…Los límites entre realidad e imagen son borrados
de la conciencia. La imagen es tomada como un trozo de la realidad, como una
especie de habitación suplementaria, que se compra junto con el aparato, cuya
posesión sirve para acrecentar el prestigio entre los niños.”
“…En los estereotipos de la
televisión todo es, exteriormente, puesto en un mismo nivel, hasta en la
entonación y los giros dialectales, mientras difunde directivas como la que
todos los extranjeros son sospechosos, o de que el éxito es la medida suprema
con que cabe medir la vida, no sólo verbalmente, sino en cuanto sus héroes las
aceptan como provenientes de Dios y establecidas para siempre,”
Hasta aquí las citas, oportunas
para tener elementos de juicio y considerar el daño presumible que hacen a la
ciudadanía, entre quienes obstruyen unas vialidades afectando a miles y quienes
se meten en millones de hogares para condenar la conducta de los manifestantes.
En todo esto, el origen político
no se exhibe, el intercambio perverso al que se ha prestado la organización
gremial con distintas autoridades a cambio de canonjías ¿A qué autoridad pasada
o del presente condena la televisión?
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