martes, 11 de junio de 2013

El cuento ha terminado


Durante los últimos años, desde el postrer cuarto del siglo pasado, se nos ha dicho con insistencia dogmática que el sector privado, en su libre juego, es el motor del crecimiento económico. De ello se ha concluido que la economía no es ámbito del sector público. Menos intervención del Estado y más libertad. Si bien en México la libre empresa no ha sido prohibida, mucho menos perseguida. Cierto es que hubieron restricciones, de éstas quedan poquísimas. De manera constante las condiciones para la libre empresa se han ampliado. No obstante, el reclamo de los privados no tiene límite, no hay gobernante, ni leyes que les den satisfacción y no reparan en la masa de insatisfechos que ha generado el gobierno para los empresarios. La mayoría, de la clase media para abajo, son damnificados.

Ahora chillan los iniciativos, para quienes la libertad es juego en el que no aceptan fracaso, pues sólo para ellos han de ser las historias de éxito, los demás que se jodan. Claman porque se ejerza el gasto público. Pero nada dicen de los capitales que se van del país sin haber producido algún bien o servicio. Despojaron a la política de sus facultades económicas y con hipocresía se lamentan por no percibir “indicios en el corto plazo de la aplicación de políticas que estimulen un mayor dinamismo de la actividad económica, confiando simplemente en su evolución inercial” (La Jornada 10-06-2013) Pues que no estamos regidos por la libre empresa, eso querían no.

(De vuelta con los chinos. Ellos fundaron nuevas ciudades industriales, aquí se desmantelaron. Allá, personajes como Gastón Azcárraga o Germán Larrea estarían en la cárcel. La fórmula es menos Forbes, más PIB)

 A todo esto, qué le corresponde al gobierno de Peña Nieto una vez que se alcanzaron algunas reformas. Es muy temprano como para anticipar la soledad de fin de sexenio. Evitar la ilusión de la gloria sería una previsión saludable. Gobernar sin corrupción y con transparencia, siendo eficaz y eficiente. Hacer lo que los demás dejaron de hacer por alcanzar la esquiva gloria: administrar. Que nadie diga que vinieron a robar, que se reduzcan las quejas por los servicios y bienes que ofrece el Estado. Parece poco, para este país lo es todo. Un gobierno así sería una gran transformación.

Y así lo quiera el Presidente, sacar adelante al país no está fácil. Se opone un pensamiento dogmático en lo económico. La extorsión permanente sobre los recursos públicos de gobernadores y el sistema de partidos. Una iniciativa privada que aún con las libertades que tiene no deja de mamar de la ubre pública. El crimen organizado que ha conquistado familias y formado consumidores. Colaboradores fantasmales y otros que puros cuentos cuentan. Una cultura “New Age” donde cada quien se mira al ombligo y no concibe la solidaridad, al otro, el amor al prójimo.

Se agotó el cuento de la iniciativa privada.

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