Vamos bien o nos regresamos. Pero
a dónde, si generación tras generación las promesas de futuro se construyen
sacrificando el presente. Lamentando lo
que no debió suceder, sin reparación pues la ley es flexible, objeto de la
discrecionalidad. Hoy se recuerda la explosión en la mina de Pasta de Conchos y
nos olvidamos de las tragedias que le antecedieron. La minería es una actividad
obligada a seguir normas de seguridad e higiene, pero no se cumplen. La razón
es sencilla, cualquier regulación contraviene la generación ganancias de
cualquier empresa. La regulación es anticompetitiva, afecta la productividad,
eso es lo que se ha pregonado insistentemente en los últimos años.
Pero la ley es cosa de tontos, de
quienes hacen fila por acceder a un servicio público cuando teniendo dinero se
puede evitar. O con el mismo dinero se puede evitar una pena por motivo de una
infracción. La ley es un vehículo hacia la justicia, se le usa para convalidar
la injusticia.
Y con tanta indignación se
escribe en la prensa de Jorge Emilio González Martínez, “el Niño Verde”. A este
muchacho le gusta el escándalo, es su manera de llamar la atención. Lo
aberrante es que ocupe un lugar dentro de la política a cambio de nada. Debería
llamar la atención que el sistema resulte tan generoso. Algo no está bien. Y si
quieres cancelar los defectos del sistema degrádalos, así, vistos como parte
del pasado parecerán virtudes. La lógica entendida en la frase de mal en peor.
Es una muestra de que el país
todo está cavando su propia degradación, sus élites en la política y en la
economía, deciden sin considerar consecuencias. Las consecuencias no existen,
el azar impera por sobre la certidumbre de la ley. Se ataja el momento, se
hipoteca el futuro.
Este país tiene que hacer un
reflexión, los llamados “datos duros” han sido exhibidos hasta el hartazgo (Cuando
la argumentación lleva a los datos duros algo malo se espera escuchar pues por
costumbre esos datos son portadores de malas noticias, no nos hablan de la
excelencia educativa o de la escaza criminalidad, de la disminución de las
desigualdades sociales)
Una reflexión que antes de
concluir en una reforma legislativa nos revele el fracaso de las reformas
anteriores. Explicarnos, por ejemplo, como las sucesivas reformas políticas
hicieron posible la operación del Partido Verde y su monstruo más
representativo, el Niño Verde. Dónde se falló. Tal vez el problema no esté en
la ley sino en su falta de aplicación.
O tal vez el Estado delegó tantas
responsabilidades a los privados, que ahora continúa la ruta hacia la
desintegración con la proliferación de las policías comunitarias.
Porque el interés personal nunca
será buen conductor de los asuntos públicos, es una buena divisa para la
reflexión.
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