El martes pasado, cuando subía el
artículo Corporativismo a revisión
para señalar el desafío de enfrentar al Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación, a su dirigencia y a su líder moral, la maquinaría para detener a
Elba Esther Gordillo ya se había echado a caminar con sigilo pues la opinión
pública no estaba enterada. Fue alrededor de las 18 horas que se consumó la
aprehensión y todos quedamos enterados y convencidos del proceso en marcha.
Desde entonces todo ha sido llover sobre mojado, la demolición de la figura
pública es incontenible.
La difusión de fotografías en la
nueva condición de reclusa de la profesora Gordillo exhibe su defenestración de
las alturas de la política mexicana. No se advierte, a los ojos del insaciable
morbo mediático, que se trata sólo de una batalla en una guerra prolongada por
devolverle al Estado su capacidad de dirigir de manera eficaz el aparato y el
servicio públicos tras el desmantelamiento del régimen de la revolución. Lo que
no pocos consideran una restauración y un regreso al autoritarismo, lo que no
me parece así.
El tema de la educación, su
reforma, es un ejemplo de como el interés gremial se apropió de la educación
pública no sólo en las aulas, también llegó a las oficinas de la SEP en todos
sus niveles. Tener un puesto tenía que ser agradecido a Elba Esther. El Estado
no tenía toda la fuerza para atender sus obligaciones para con la educación por
atender la relación laboral con el magisterio. Se desgastaba en su papel de
patrón a costa de faltar a su compromiso como educador.
Pero no es el único caso de
suplantación del Estado, gracias a la torpeza de los gobiernos panistas, todos
hemos sido testigos de cómo se fue perdiendo control sobre porciones del
territorio nacional y su traspasó a manos de la delincuencia organizada.
En todos los sectores y con
distinta intensidad, el Estado fue perdiendo control, abdicando no sólo por
intereses gremiales, sino de grandes empresas –es el caso de las
telecomunicaciones- y del sistema financiero, también por intereses
particulares en detrimento del funcionamiento de los sectores como la
agricultura, economía, energía, medio ambiente, por mencionar algunos. La
descoordinación gubernamental se constituyó en el mecanismo por excelencia para
debilitar al Estado en temas como el de la seguridad y el desarrollo social.
Visto en toda su amplitud, el
desafío por establecer un Estado eficaz no es cualquier cosa. Se espera que en
la próxima semana, cuando se cumplan los primeros cien días del actual gobierno
federal, se proporcione un balance de los avances y las resistencias a la luz
del decreto de austeridad y de la
reforma a la Ley de la Administración Pública Federal, porque es ahí donde se
tiene que hacer evidente que el verdadero servicio público no es faccioso.
Entonces se verá con claridad a las fuerzas económicas, políticas y sociales
que se suman al proyecto del presidente Enrique Peña Nieto.
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