El Partido Revolucionario
Institucional cumple años el día de hoy, ochenta y cuatro. Para bien o para
mal, las definiciones de la XXI Asamblea, que se clausuró el domingo 3 de marzo,
dejan en claro dos cosas: que la ideología que realmente unifica a los priístas
es el presidencialismo, con mayor fuerza si se tiene la Presidencia de la
república. Ya no es necesaria la fraseología revolucionaria. Queda sepultada la
discusión sobre la posibilidad de un gobierno semiparlamentario, como lo proponía
no hace mucho el ahora diputado Manlio Fabio Beltrones. El segundo aspecto son
los contenidos de clase que de alguna manera han sobrevivido en los membretes
sectoriales y que se encuentran en su mínima expresión. La liberación de los candados
y las candidaturas alternativas para no militantes dan un perfil distinto y
sólo les faltó cambiar el nombre por uno más adecuado: Partido Presidencialista
Pragmático. Es el PRI que quiere Enrique Peña Nieto y le ha sido concedido.
La defenestración previa de Elba
Esther Gordillo fue un mensaje para los priístas: por encima del Presidente
nada, ni nadie, ya sea organización o persona. Falta por ver qué se quiere
decir con trasformando a México, una expresión que da para todo, muy a tono con
la proverbial ambivalencia del priísmo de los caudillos fundadores del Partido
Nacional Revolucionario.
El fantasma de la profesora
Gordillo se paseó por la Asamblea y en los medios no se ha terminado de
destazar a su persona ¿Servirá de algo? Depende de la profundidad y amplitud
que se le quiera dar al caso. Pasados los días a la sonada aprehensión, me
parece que la decisión no fue tomada en función de la corrupción y la
malversación de los fondos sindicales. La motivación es más simple, Elba Esther
desafió al Presidente y eso fue lo que promovió su aplastamiento. Bajo esta
perspectiva su situación es muy semejante a la de Joaquín Hernández Galicia “La
Quina” en 1989, quien en su tiempo también desafió al Presidente en turno.
En ningún momento se enmarca el
caso Gordillo dentro de una política de la rendición de cuentas de los líderes
sindicales y de democratización de las organizaciones de los trabajadores porque
no son temas que interesen al gobierno actual. Si así fuera estos temas
hubieran quedado incluidos en la reforma a la Ley Federal del Trabajo, que se
trató más bien de un ajuste al mercado laboral en beneficio de los empresarios.
Por eso hemos visto que a Elba Esther le cayó encima la PGR al mando de Jesús
Murillo Karam y no el Secretario del Trabajo. Fue directo a la persona y no al sindicato
que permanece casi intacto, con la capacidad de operar el relevo
estatutariamente, lo que no significa necesariamente una convocatoria a la
participación de los maestros para sustituir a la profesora en desgracia. O sea
que la caída de la Gordillo no tiene pretensión de depurar y democratizar la
vida sindical, por el contrario, perpetuar la función del sindicalismo como apoyo
acrítico del gobernante en turno.
¿Servirá de algo a mejorar la
educación? Si no se modifican las prácticas del sindicato poco se podrá avanzar
en el campo educativo. Pero no sólo es cuestión del sindicato, la mala
educación está asociada con esa secretaría de educación alterna en la que
fungen eficazmente medios como Televisa y TV Azteca. ¿Se tocará a éstas empresa
y sus similares?
Es relativamente fácil demoler
imágenes públicas, lo difícil es construir instituciones para una mejor
convivencia entre los mexicanos.
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