El martes 29 de enero se instaló
la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático, no mereció el interés
desbordado de los medios como ocurre por lo general con los temas del medio
ambiente y los recursos naturales, a los que sólo el escándalo los hace
adquirir notoriedad. Otra vez, la Presidencia vigente se instaló en los
presupuestos de la administración anterior.
Se convoca a una nueva comisión
que, como sus similares, tendrá que enfrentar los protagonismos o los desdenes
de los pares convocados. Al Ing. Guerra Abud le pasará lo que al de Agricultura
o a la secretaria de Desarrollo Social:
poco caso le van a hacer. La cuestión es sencilla, articular las intersecciones
entre las dependencias. Lo difícil viene a la hora de ponerle pesos y colgar
medallas.
Como en pasadas administraciones
se proponen retos que son una contradicción en sí mismos: equilibrio entre
crecimiento económico y medio ambiente. La corrección política los lleva a arrastrar
una omisión de lo evidente: el sistema de producción, distribución y consumo
capitalista es el esquema de economía más depredador que ha existido en la
historia de la humanidad. Pero lo callan. Empezando así nos tendremos que
conformar con la sentencia atribuida John M. Keynes: “A largo plazo todos estaremos
muertos”.
Los infaltables en este tipo de
eventos, los Drs. Mario Molina y José Sarukhán, tiraron línea y alabaron al
presidente en turno. El numerito lo tienen bien practicado, ellos dicen que
hacer y no asumen un responsabilidad pública de envergadura, como la de
secretario de Estado. El juego es poseer el saber y evitar las culpas. Estos
tiburones ya se comieron al secretario de Peña Nieto. La tecnocracia
ambientalista, por llamarla de alguna manera, desprecia a los políticos y no va
a dejar que cualquiera les diga cómo manejar su dominio feudal.
Las cosas pueden estar peor si
consideramos que el aliado gubernamental, el Partido Verde no está a la altura
de las exigencias de la política. Son la versión actualizada del Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana, es decir, un partido parásito.
Que requiere el sector medio
ambiente, un político que sepa del Estado y del manejo del aparato público, que
elabore y funde opinión sobre el medio ambiente, que conduzca con sensibilidad
a los técnicos. De lo contrario seguiremos en la demagogia y la corrupción al amparo
de la política ambiental.
Y como en otros casos de la
competencia del Estado su fuerza se debilita ante el proceso autonomista de
porciones del aparato público confinado a los “expertos”. Como los políticos
están tan devaluados no pueden decir desde su consideración individual: aquí
estoy yo. Mal le va a la política cuando ya no puede irradiar prestigio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario