jueves, 31 de enero de 2013

Con pena y sin gloria


El martes 29 de enero se instaló la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático, no mereció el interés desbordado de los medios como ocurre por lo general con los temas del medio ambiente y los recursos naturales, a los que sólo el escándalo los hace adquirir notoriedad. Otra vez, la Presidencia vigente se instaló en los presupuestos de la administración anterior.

Se convoca a una nueva comisión que, como sus similares, tendrá que enfrentar los protagonismos o los desdenes de los pares convocados. Al Ing. Guerra Abud le pasará lo que al de Agricultura o  a la secretaria de Desarrollo Social: poco caso le van a hacer. La cuestión es sencilla, articular las intersecciones entre las dependencias. Lo difícil viene a la hora de ponerle pesos y colgar medallas.

Como en pasadas administraciones se proponen retos que son una contradicción en sí mismos: equilibrio entre crecimiento económico y medio ambiente. La corrección política los lleva a arrastrar una omisión de lo evidente: el sistema de producción, distribución y consumo capitalista es el esquema de economía más depredador que ha existido en la historia de la humanidad. Pero lo callan. Empezando así nos tendremos que conformar con la sentencia atribuida John M. Keynes: “A largo plazo todos estaremos muertos”.

Los infaltables en este tipo de eventos, los Drs. Mario Molina y José Sarukhán, tiraron línea y alabaron al presidente en turno. El numerito lo tienen bien practicado, ellos dicen que hacer y no asumen un responsabilidad pública de envergadura, como la de secretario de Estado. El juego es poseer el saber y evitar las culpas. Estos tiburones ya se comieron al secretario de Peña Nieto. La tecnocracia ambientalista, por llamarla de alguna manera, desprecia a los políticos y no va a dejar que cualquiera les diga cómo manejar su dominio feudal.

Las cosas pueden estar peor si consideramos que el aliado gubernamental, el Partido Verde no está a la altura de las exigencias de la política. Son la versión actualizada del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, es decir, un partido parásito.

Que requiere el sector medio ambiente, un político que sepa del Estado y del manejo del aparato público, que elabore y funde opinión sobre el medio ambiente, que conduzca con sensibilidad a los técnicos. De lo contrario seguiremos en la demagogia y la corrupción al amparo de la política ambiental.

Y como en otros casos de la competencia del Estado su fuerza se debilita ante el proceso autonomista de porciones del aparato público confinado a los “expertos”. Como los políticos están tan devaluados no pueden decir desde su consideración individual: aquí estoy yo. Mal le va a la política cuando ya no puede irradiar prestigio.

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