¡Caramba! Esta mañana la prensa
escrita no pudo evitar el tono de escándalo, tono habitual que ha ofrecido el
presidente Calderón en su “guerra” en contra del crimen organizado, ahora con
el candente capítulo Coahuila. Se fugan reos, se atrapan narcos, asesinan al
hijo de prominente político priísta y, en un operativo, aparentemente sin
protocolo, la Marina sale de cacería y abate a Heriberto Lazcano, al boleo,
pues no se dieron cuenta de a quién acribillaban. Con la novedad de que el
occiso anda “prófugo”. Cuánto trabajo le cuesta narrar al gobierno su épica. Se
supone que hay un vocero de seguridad ¿O ya no lo hay? Lo efectivo es que si el
gobierno quiere dar una buena noticia él mismo se encarga de empañarla. La
prenda percudida es de pena ajena.
Mejor escribamos de otra cosa,
que en sí mismo es un caso de la desmesura gubernamental. La Secretaría de la
Función Pública, a través de la autorizadísima voz de su responsable estrella,
el señor Rafael Morgan Ríos, declara al reportero Alberto Morales de El Universal: “daremos buenos
resultados a EPN contra corrupción” Sencillamente hilarante. El combate a la
corrupción como herencia para el nuevo gobierno, dicho que no encuentra Estela
de Luz que lo ilumine.
El secretario tiene valor y
ofrece cifras: 50 mil servidores públicos sancionados; nueve mil burócratas
inhabilitados o despedidos; 20 mil millones de pesos recuperados de las
dependencias. No abunda sobre la esquizofrenia que hay entre las estructuras
autorizadas (puesto burocrático) y las estructuras operativas (real), menos de
la funcionalidad de tales estructuras. Tampoco hace mención al opaco mundo
feliz de los fideicomisos con fondos públicos. Pero la entrevista no era para
eso. Había que dejar el mensaje, aunque fuera en interiores, al presidente
electo Enrique Peña Nieto.
La pregunta es ¿Lo dejó? Peña
Nieto y el equipo de transición le creerán al secretario Morgan.
No es cuestión de creer, el
próximo gobierno federal ha avisado con tiempo la puesta en marcha de una
reforma administrativa. Lo rescatable será tomado en cuenta, la impostura de
una burocracia de cuates, militantes y parientes, esa sí, no es reditable, por
el bien de México.
Rafael Morgan Ríos, hay que
decirlo, no es el principal responsable, simplemente recibía órdenes y poco se
podía hacer con una dependencia que sirvió para atender ambiciones políticas
personales, procurando las aguas quietas, el bajo perfil. Los malos hábitos de
los que no tenían la preparación que los habilitara para el servicio público
cundieron, la decisión unipersonal que tolera la ley la intercambiaron por la
discrecionalidad y el abuso de autoridad. Lo que sí aprendieron es a darle uso
a los abogados, no para confirmar el cumplimiento de la ley, qué va, sino para
escamotear su cumplimiento. Y como el papel lo aguanta todo, documentos originales
sustituibles, perfiles a modo para sentar en la nómina que originalmente estaba
diseñada para un economista a un ingeniero civil, luego a un biólogo, con tal
flexibilidad que hasta el diseñador gráfico se encontró en el paraíso presupuestal
en la PGR (se acuerdan de la hermana de Chepina la candidata)
Después de todo, la entrevista
citada produce ternura frente a la grosería que comunica la guerra en contra
del crimen organizado. Requiebre, casi guiño para alcanzar el salvoconducto y zafarse
de una administración que se desploma.
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