La situación del país, México,
está deteriorándose día a día. La máxima autoridad no se quiere hacer
responsable y quiere endosar el desastre al gobierno entrante, al de Enrique
Peña Nieto. Corrupción, desigualdad social, inseguridad, violencia son la
herencia, el Apocalipsis que fraguó Felipe Calderón para los mexicanos.
El mayor esfuerzo se le requerirá
a Peña Nieto, el cual no será suficiente si no se da la disposición de los
Poderes formales, así como de las élites que representan poderosos intereses económicos y gremiales, también de
los intelectuales y su presencia mejor estructurada en instituciones
académicas.
Puedo estar equivocado, y desde
mi posición a favor del Estado Laico, no puedo dejar de admirar el bajo perfil
adoptado por la iglesia católica durante y después del proceso electoral 2012.
Es un ejemplo que podría adoptar el Consejo Coordinador Empresarial o los
consorcios de las telecomunicaciones. Pero no es así y se empeñan por exhibirse
como la quinta esencia del Poder, por encima de las instituciones y de la
ciudadanía.
Se agrega al desastre la
subordinación sin rubor del Estado Mexicano al gobierno de los Estados Unidos.
La nada fácil amistad con nuestros vecinos se ha trasformado en injerencismo
abierto. El celebérrimo caso de Tres Marías, la emboscada o enfrentamiento del
que fueron víctimas o actores dos agentes instructores norteamericanos es una
muestra de la laxitud a la que se ha llegado. Casi todo se consulta y se
ventila al escrutinio de la casa Blanca.
El mayor esfuerzo para atender a
las víctimas de la guerra en contra del crimen organizado; para con los
indígenas, que con todo y ley, presupuesto y aparato público siguen padeciendo
marginación; para con los trabajadores, salario digno y estabilidad laboral; para
con los jóvenes, educación y trabajo.
No se puede seguir a expensas del
visto bueno que expida la OCDE, el FMI o cualquier otra agencia global para
conducir a esta gran nación. México reclama reconciliarse en sus elementos y no
esperar a que desde afuera nos lo vengan a decir y a poner en orden. Le
estrategia de comunicación gubernamental entorno al crimen organizado, a su
combate, no existe. Es un dispositivo propagandístico, no informativo, que ha
dejado ver a un país sin conducción pues los sucesos se recrean en cada boletín
o divulgación ante medios que hace la autoridad respectiva. No hay manera que
se pongan de acuerdo para informar porque no hay deslinde claro de
competencias, los protocolos resultan ficticios. Se supone que la Plataforma
México debería encuadrar la información sobre la delincuencia. El gobierno del
PAN llega a su fin y es la hora de que no se ponen de acuerdo la PGR, el
Ejército, la Armada, la SSP y las Procuradurías de justicia en los estados.
Hasta llegar al bochorno del debate sobre quien debe resguardar a los
delincuentes abatidos por la fuerza pública.
Se necesitará del mayor esfuerzo
de Peña Nieto y de todos nosotros, los mexicanos, para salir de la desgracia y
del disparate.
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