A como se ha venido construyendo
la reforma laboral, sus creadores van a terminar horrorizados del producto. Un
tema tan sensible como inconsulto en relación al principal afectado: el
trabajador. No hay consulta, ni estudio –nacional y comparado- que le dé vigor
a la propuesta y que forme una sólida justificación y exposición de motivos. De
entrada, como iniciativa preferente no toca el artículo 123 constitucional y no
se funda en una reglamentación previa. Es un capricho de los empresarios
socialmente irresponsables.
Tenemos la costumbre de vender
los actos reformadores con una envoltura fantástica de cornucopia. Y así nos ha
ido. Dotamos a la legislación de poderes que la realidad luego no concede o son
neutralizados por una decisión burocrática, autoritaria, como le ocurre a la
actual Ley Federal del Trabajo.
Dos son los temas torales de la
propuesta, uno se refiere a la vida sindical, el otro se refiere a los esquemas
de contratación.
Por lo que se refiere a los
sindicatos, la reforma sería capaz de armonizar, autonomía, democracia y
transparencia, lo que significaría acabar con los sindicatos del corporativismo
priísta y sus disidentes, con los sindicatos blancos y rojos. Como va la
discusión eso no va ocurrir.
En relación al esquema de
contratación, como diría el clásico Carstens, se facilitará la contratación y
el despido, con ello se estimulará la inversión y el crecimiento económico. El
obstáculo está representado por los derechos adquiridos de los trabajadores y
sobre ellos hay que cargar el peso de la reforma. La mitología de los
emprendedores e innovadores empresarios cae por su propio peso. El crecimiento
económico no está directamente y únicamente soportado por el esquema de
contratación. Por lo tanto la reforma no lo garantiza automáticamente.
Si se quiere crecimiento se
requiere de inversión ¿cómo obtenerla? Se podría decretar la derogación de la
Ley del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario y disponer de esos
recursos para la inversión en infraestructura, en ciencia y tecnología, por
ejemplo. También, si lo desean, los mismos empresarios mexicanos podrían
reducir sus cuentas bancarias en el exterior, reducir la fuga de capitales, e
invertir ese capital aquí mismo. Es claro que los impulsores de la reforma no
quieren eso.
Que no se le dé más vueltas, el
producto es previsible. Si se concluye la reforma laboral está significará una
pérdida de derechos para los trabajadores y un apuntalamiento del statu quo
sindical.
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