El efecto mediático de la etapa
poselectoral, significado característicamente por la descalificación de la
elección presidencial ante los medios por parte de la coalición de izquierda,
no se le ve consistencia para echar abajo el resultado a favor de Enrique Peña
Nieto. Lo que si logrará es desandar un camino que a lo largo de los años se ha
venido construyendo: el de la confianza en los procedimientos electorales. Se
han hecho imputaciones inverosímiles, como la supuesta llamada de Luis Videgaray
para verificar estados de cuenta bancaria (Esa llamada se la encargas a algún
colaborador cercano o se verifica la cuenta a través de internet)
Pero la veracidad de los datos es lo de menos
para quien difama desde las artes de la mala fe, la consecuencia inmediata es
enlodar al ganador y dejar sembrada la duda en la conciencia de n ciudadanos.
Para todo fin práctico, el gobierno entrante no sólo tendrá que enfrentar la
herencia maldita de su antecesor –inseguridad y descomposición social- y
refrendar, con el ejercicio de gobierno, la mayoría de votos que le dieron
legitimidad y legalidad de inicio.
El ambiente también es la
oportunidad para que partes interesadas se incorporen a la ola de la duda para
instalar su propia agenda o coartada. Sacar raja, tomar ventaja, condicionar al
nuevo gobierno. Allí están las declaraciones, el mensaje del Consejo
Coordinador Empresarial a través del Lic. Gerardo Gutiérrez Candiani (http://www.cce.org.mx/sites/default/files/La_Voz_CCE/06-08-12/La%20Voz%20CCE%20-%20GGC018%20-%20Costo%20presupuestal.pdf
) “Sin reformas de fondo será imposible cumplir las importantes metas que el
Lic. Enrique Peña Nieto ha ofrecido alcanzar, con el concurso de todos los
mexicanos. Compromisos y propuestas como un sistema de seguridad social
universal, con acceso a servicios de salud para todos, pensión alimentaria para
adultos mayores, seguros de vida y de desempleo temporal; escuelas dignas y de
tiempo completo, con computadoras e Internet, y aumentar la cobertura de
educación superior ante el grave problema de los miles de jóvenes excluidos.”
Y si le agregamos las
dificultades experimentadas desde 1997, año de la instauración del gobierno
dividido, entonces caeremos en la cuenta de la presión que se perfila desde antes
del inicio del próximo sexenio que presidirá Peña Nieto. O sea que la
verificación de las elecciones no aclara las aguas, la turbiedad persiste. Mucha
política para tejer la urdimbre sobre la que se conducirá el gobierno. Si los
futuros coordinadores del PRI efectivamente ya están pactados y no estamos ante
una filtración más, es buen indicio de que el futuro partido en el gobierno
federal comienza los acuerdos dentro de su propia casa. El próximo paso,
seguramente a partir de la declaratoria del presidente electo por parte del
tribunal, será el de anunciar el equipo con el cual se gobernará y ya se verá
cuanto jaloneo producen las designaciones de los encargos. Si hay consensos
dentro del PRI, ésta fuerza política estará en mejores condiciones para pactar
con otras fuerzas ¿Y si no es así?
Lo que se percibe es que la lucha
por el poder que no quedó suficientemente acotada por las elecciones. Las
ambiciones están desatadas.
Todo esto está sobre la mesa mientras
el país vive su remanso olímpico, evadido por el momento de la terrible
realidad que afronta.
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