lunes, 23 de julio de 2012

Vender la frustración




Tantos afanes reformadores se han vivido en México para perfilar elecciones intachables y ese adjetivo parece inalcanzable. El detalle está en las formas del clientelismo político, del intercambio de un regalo o una dádiva o un subsidio a cambio del voto. Es el mal que sobrevive a las sucesivas reformas políticas –una democracia por aproximaciones- y los políticos no le hacen el feo, les encantan esas prácticas que permean todo el espectro político. No hay manera de que el clientelismo se documente con la fuerza de invalidar la elección presidencial, si acaso multas millonarias. La centralidad del sistema electoral está en el ejercicio del voto libre y secreto del ciudadano frente a la urna. Es su fortaleza. Ya lo decía el clásico, tú toma lo que te den, al fin y al cabo el voto es a conciencia. Decíamos ayer.

Ah, pero los resultados no me favorecen, ni para alegar el voto por voto, casilla por casilla. Como pierdo justifico mi derrota diciendo que hubo compra de votos y hasta doy una cifra aproximada: cinco millones de votos. De dónde las cuentas, pues de una chistera llamada inocencia. No fueron uno, dos, tres millones de votos comprados, que va. A buscar cinco millones de ciudadanos que confiesen el hecho de que vendieron su voto. Y en un descuido son más, pues todos los partidos le entraron al enjuague. Nos ponemos medievales y que los quemen en leña verde. Y lo que duele es que el clientelismo electoral se mantiene incólume y las fuerzas políticas no han hecho nada por erradicarlo.

En este cuento de la compra de votos, el ingenio dicta que las posibilidades del mercado son infinitas. Si alguien puede comprar votos no será difícil vender mi frustración, compradores no han de faltar. Se inicia un nuevo negocio político, una ventana de oportunidad, vender el malogrado intento de acceder a la investidura presidencial. Ya no voy alegar que me robaron la elección. La ciudadanía vendió su voto, luego entonces la elección no tiene validez. Si las urnas me desprecian, las marchas me apapachan. El pueblo marchó, Peña no ganó. Viva el nuevo silogismo, marcha mata votos. Es la democracia alternativa que se ahorra el costo de las instituciones con un líder carismático, como si fuera gratis. La consigna es demoledora: a la gorra no hay quien le corra.

Que Peña Nieto toma posesión el primero de diciembre próximo no hay duda. El asunto es cómo va a desembrollar el lío que le han armado.

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