jueves, 12 de julio de 2012

De veras




Es normal que las fuerzas políticas derrotadas en la elección presidencial se vean desorientadas ante el compromiso de ofrecerle una explicación a los electores que les concedieron su voto. El asunto es que no se ponen de acuerdo y lo que queda en la superficie es un emplazamiento para vender a su conveniencia los acuerdos posibles. Así es la negociación y hacia allá finalmente se enfilan las impugnaciones de los resultados electorales.

Mientras, la voz del ganador puede no ser atendida en medio de la discusión poselectoral, y no le conviene quedarse callado, sería tanto como salir de la agenda pública. Es así que se entiende la aparición de Enrique Peña Nieto para perfilar a su equipo y las medidas por emprender del nuevo gobierno. Por ese camino ha puesto a consideración un primer paquete que bien podría ser rotulado como rendición de cuentas. La historia previa del control de la gestión pública, del uso honesto de los recursos, por parte del mismo Poder Ejecutivo no es una historia de la que haya ocasión para el orgullo. La insaciable corrupción devora las buenas intenciones. Se tiene el supuesto que el cambio de leyes en automático modifica las conductas, sin reparar en que los motivos de las conductas (prestigio, poder, riqueza) tienen un arraigo cultural hasta ahora impermeable a los cambios institucionales.

Así pues, cuando se proyecta la creación de la Comisión Nacional Anticorrupción no tiene que ser un ente más para el regusto de la simulación. Es obligado un ente autónomo, que no esté al servicio del gobernante en turno, capaz de imponer sanciones. Que encuentre en la modalidad del archivo electrónico la pieza para elaborar documentación infalsificable o casi, desterrando la práctica extendida y consentida de sustituir expedientes completos para ocultar la verdad sobre tal o cual procedimiento, autorización o acción gubernamental. Que instruya a la ciudadanía sobre un catálogo de malas prácticas. Gobiernos van, gobiernos vienen, partidos van y vienen, el modus operandi se mantiene inconmovible. Un verdadero glotón de peces gordos y no nada más de charales es lo que se espera.

Ampliar las facultades del Instituto Federal de Acceso a la Información suena bien. Sin ignorar la consolidación de lo que ya está operando, hacerlo más ágil, pues aunque no me crean, se batalla en los mismos portales electrónicos de las dependencias para encontrar la información y la alta burocracia se esmera para cumplir no cumpliendo. Respecto a la creación de una instancia ciudadana y autónoma que supervise la contratación de publicidad entre los gobiernos y los medios de comunicación, no sólo para fortalecer el acceso a la información y la transparencia, también se tiene que propugnar por un uso pleno de los tiempos oficiales, con criterios de austeridad en la producción de la publicidad gubernamental y sin imágenes de autopromoción del político funcionario.

Inevitablemente habrá que incluir en este paquete sustituir o transformar el Servicio Profesional de Carrera, homenaje permanente a la simulación y a la impostura, al tiempo que se tendrá que dar una atención especial a la base sindicalizada de la Administración Pública Federal, dignificarlos y comprometerlos.

Que no sea de burla.

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