Hace ocho días estábamos a la
espera del primer debate entre presidenciables. Con morbo, se tenía la expectativa de un golpe
espectacular, capaz de derrumbar candidaturas, de manera específica la de Enrique Peña Nieto. No fue así. La expectativa no desapareció,
sólo se aplazó para una mejor ocasión. Ni siquiera funcionó el posdebate, el
cual quedó encapsulado en las curvas voluptuosas de un escote. Para mí, de
acuerdo con lo que se expresó en las redes, la contienda se simplificó entre
Peña Nieto y López Obrador. Después del debate los peñistas siguen siendo
peñistas, los pejistas singuen siendo pejistas y sólo hubo menos adeptos para
Chepina. Sí tuvo efecto el debate, como para hacer una contienda entre dos, no entre tres, como dice López Obrador. De
ahí saldrá uno que ganará con ventaja firme, sin mayor margen para el
conflicto poselectoral.
No obstante, la expectativa de una
caída espectacular no se evaporó, se aplazó. En las mismas redes sociales se ha
hecho del evento de Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana del viernes
pasado, la realización de una profecía autocumplida. No se habló del diálogo
sostenido entre el candidato y los estudiantes, se desahogaron reproduciendo
los mensajes de los jóvenes que no quieren a Peña Nieto y lo hicieron patente
durante su visita. Inadvertidamente, el discurso amoroso de López Obrador fue
tirado a la basura por sus seguidores. A lo mejor no ha habido un sincero
discurso amoroso y el debate no ganado fue la pauta para darle cauce al
discurso de odio en forma de mofa.
Un discurso amoroso, al que se
podría suponer abrevado en la lectura de El
Banquete de Platón, de los Evangelios, de Ovidio y su Arte de Amar, De Amore de
Marsilio Ficino o a Denis de Rougemont con su reflexión ensayada en El Amor y Occidente. Nada de eso. Da lástima
que los miembros de la república amorosa se hicieran sus desafectos. El
esfuerzo por darle un giro de 180 grados -de rijoso a amoroso- a la imagen de
López Obrador se fue al despeñadero. Al menos entre los seguidores del Peje, el
discurso amoroso es una impostura. No se han dado cuenta que al derribar la
plataforma discursiva y retomar actitudes belicosas lo único que están
promoviendo es trasladar las preferencia de Josefina Vázquez Mota hacia Peña
Nieto.
Lo más grave es que los hechos
lamentables de un sexenio desastroso como el de Felipe Calderón queden fuera de
foco. La consecuencia de dejarlo a la sombra lo hace más peligroso, pues es del
dominio público que Calderón no está dispuesto a entregar el poder a otra
persona que no sea de su partido. De ahí que el contexto de la guerra en contra
del crimen organizado y la violencia paramilitar (disfrazada de narca) que ha
desatado se constituya en la coyuntura propicia para cancelar la democracia.
Privilegiar las propuestas, no los enconos.
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