martes, 3 de abril de 2012

Afición, adicción y vocación




Cómo puede responder la juventud que es rechazada, que es criminalizada. Cómo es que el verbo así adjudicado se dé como algo normal, se naturalice y que la sociedad lo acepte desde su silencio. Son giros del lenguaje que ofenden. Qué se ha hecho mal para que esto suceda requiere de una respuesta precisa, sin evasivas, de quienes pretenden gobernar México a partir del primero de diciembre de 2012.


Los jóvenes como material aglutinado en la cultura de masas, deporte/espectáculo, que se identifican con el futbol y la música en boga. El estadio, el auditorio, la radio y la televisión hacen el prodigio de agregar a los jóvenes en sus aficiones. La afición como realización del ser joven con alegría, en catarsis y celebración del yo propio a través del ego ajeno, del ídolo.


Cuando la afición resulta insuficiente, la adicción al alcohol o a las drogas dan al joven otra vía de experimentar su yo, de afirmarse y sentirse distinto, alguien. Aquí el asunto de la adicción se vuelve problemático pues se afecta la salud, se pone en riesgo la vida y se cae con mayor probabilidad en los circuitos de la delincuencia. Los grupos de autoayuda no son suficientes, se requiere que la industria de las bebidas alcohólicas se haga cargo de sus responsabilidades y no se evadan con el escudo del dejar hacer, dejar pasar. También es imperiosa una mejor definición de la intervención de la autoridad poniendo a disposición los cuadros que se  han formado en las instituciones educativas del Estado, en capacidades como trabajo social, sicología, siquiatría y todas aquellas profesiones que puedan llegar en auxilio de los jóvenes. Pero sobre todo el Estado tiene que romper el monopolio que tiene el crimen organizado en la oferta de estupefacientes y tomar control de dicho monopolio con fines de protección y regulación que verdaderamente afecte al narcotráfico. Fortalecer la prevención y la readaptación de los jóvenes por sobre el prohibicionismo y el enfoque policíaco-militar. Que el Estado sepa con precisión quién consume, cuánto y  así regule para estar en condiciones de atender las adicciones, tanto las que encuentren una salida (cura, rehabilitación) y los casos crónicos que no tienen remedio.


De alguna manera los puntos anteriores están relacionados con la vocación, lo que el joven define como su realización en cuerpo y alma y como quiere ser apreciado o visto por los demás. La afición es una forma de vocación por sustitución, si no soy futbolista o cantante porque carezco de las habilidades, al menos me adhiero a una estrella del deporte o la farándula; la adicción luego ocurre como un aditamento, una muleta que  permite “potenciar” las habilidades en tal o cual profesión, dicho esto de manera muy subjetiva y en el entendido de que subyace una falta de confianza en sí mismo.


La inclinación a cualquier profesión o carrera no se refiere exclusivamente a la elección y realización de tal o cual estudio profesional, técnico o universitario, se desarrolla por  habilidades heredadas o parte de la formación (socialización). La vocación se fortalece si no es mera obligación que imponen los padres o necesidad que las carencias marcan. La mejor salida no es el mercado, pues pronto alguien se prepara y son miles los que disputan las ofertas del trabajo, no eligiéndose al mejor sino al que represente menos costos y esté dispuesto a subvalorarse con tal de obtener la plaza. Puede suceder, también, que se formen recursos humanos y la oferta sea ocupada atendiendo a otros criterios como las relaciones políticas, familiares, la influencia monda y lironda. Incluso quienes tienen una especialidad crítica y no sustituible e imprescindible hoy en día, como los profesionistas de la puericultura, que son  marginados en beneficio de ineptos que sólo presumen sus influencias y su desvergüenza. Emblemática es la desgracia de la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, donde ocurrió el incendio del 5 de junio del 2009 que acabó con la vida de 49 niños, en buena medida por no estar el centro de desarrollo infantil bajo la responsabilidad de profesionales sino de amistades y parientes de políticos. El cinco de junio tampoco se olvida.


Y vuelvo al cuestionamiento inicial, que se va a hacer para no rechazar, ni criminalizar a los jóvenes: encargárselos a Elba Esther y su sindicato, a Televisa y TV Azteca, o el gobernante, máximo representante del Estado se encargará de su educación formal y de su desarrollo vocacional, más allá de los límites del mercado y sus desalmadas calificadoras.


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