Cómo puede responder la juventud
que es rechazada, que es criminalizada. Cómo es que el verbo así adjudicado se
dé como algo normal, se naturalice y que la sociedad lo acepte desde su
silencio. Son giros del lenguaje que ofenden. Qué se ha hecho mal para que esto
suceda requiere de una respuesta precisa, sin evasivas, de quienes pretenden
gobernar México a partir del primero de diciembre de 2012.
Los jóvenes como material
aglutinado en la cultura de masas, deporte/espectáculo, que se identifican con
el futbol y la música en boga. El estadio, el auditorio, la radio y la
televisión hacen el prodigio de agregar a los jóvenes en sus aficiones. La
afición como realización del ser joven con alegría, en catarsis y celebración
del yo propio a través del ego ajeno, del ídolo.
Cuando la afición resulta
insuficiente, la adicción al alcohol o a las drogas dan al joven otra vía de
experimentar su yo, de afirmarse y sentirse distinto, alguien. Aquí el asunto
de la adicción se vuelve problemático pues se afecta la salud, se pone en
riesgo la vida y se cae con mayor probabilidad en los circuitos de la
delincuencia. Los grupos de autoayuda no son suficientes, se requiere que la
industria de las bebidas alcohólicas se haga cargo de sus responsabilidades y
no se evadan con el escudo del dejar hacer, dejar pasar. También es imperiosa
una mejor definición de la intervención de la autoridad poniendo a disposición
los cuadros que se han formado en las
instituciones educativas del Estado, en capacidades como trabajo social,
sicología, siquiatría y todas aquellas profesiones que puedan llegar en auxilio
de los jóvenes. Pero sobre todo el Estado tiene que romper el monopolio que
tiene el crimen organizado en la oferta de estupefacientes y tomar control de
dicho monopolio con fines de protección y regulación que verdaderamente afecte
al narcotráfico. Fortalecer la prevención y la readaptación de los jóvenes por
sobre el prohibicionismo y el enfoque policíaco-militar. Que el Estado sepa con
precisión quién consume, cuánto y así regule
para estar en condiciones de atender las adicciones, tanto las que encuentren
una salida (cura, rehabilitación) y los casos crónicos que no tienen remedio.
De alguna manera los puntos
anteriores están relacionados con la vocación, lo que el joven define como su
realización en cuerpo y alma y como quiere ser apreciado o visto por los demás.
La afición es una forma de vocación por sustitución, si no soy futbolista o
cantante porque carezco de las habilidades, al menos me adhiero a una estrella
del deporte o la farándula; la adicción luego ocurre como un aditamento, una
muleta que permite “potenciar” las
habilidades en tal o cual profesión, dicho esto de manera muy subjetiva y en el
entendido de que subyace una falta de confianza en sí mismo.
La inclinación a cualquier
profesión o carrera no se refiere exclusivamente a la elección y realización de
tal o cual estudio profesional, técnico o universitario, se desarrolla por habilidades heredadas o parte de la formación
(socialización). La vocación se fortalece si no es mera obligación que imponen
los padres o necesidad que las carencias marcan. La mejor salida no es el
mercado, pues pronto alguien se prepara y son miles los que disputan las
ofertas del trabajo, no eligiéndose al mejor sino al que represente menos
costos y esté dispuesto a subvalorarse con tal de obtener la plaza. Puede
suceder, también, que se formen recursos humanos y la oferta sea ocupada
atendiendo a otros criterios como las relaciones políticas, familiares, la influencia
monda y lironda. Incluso quienes tienen una especialidad crítica y no sustituible
e imprescindible hoy en día, como los profesionistas de la puericultura, que
son marginados en beneficio de ineptos
que sólo presumen sus influencias y su desvergüenza. Emblemática es la
desgracia de la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, donde ocurrió el incendio
del 5 de junio del 2009 que acabó con la vida de 49 niños, en buena medida por
no estar el centro de desarrollo infantil bajo la responsabilidad de profesionales
sino de amistades y parientes de políticos. El cinco de junio tampoco se
olvida.
Y vuelvo al cuestionamiento
inicial, que se va a hacer para no rechazar, ni criminalizar a los jóvenes:
encargárselos a Elba Esther y su sindicato, a Televisa y TV Azteca, o el
gobernante, máximo representante del Estado se encargará de su educación formal
y de su desarrollo vocacional, más allá de los límites del mercado y sus
desalmadas calificadoras.
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