lunes, 6 de febrero de 2012

Fue niña





El aniversario de la Constitución de 1917 yace en el abandono desde hace más de diez años. La Constitución es una riqueza con la que no se sabe qué hacer desde que lo nacional, lo local, perdió relevancia en la óptica global. Como sustituto muy deficiente, el día de ayer la política se entretuvo con la selección del candidato de Acción Nacional para competir por la presidencia de la república. Fue niña.



Josefina Vázquez Mota resultó agraciada dentro de la desgraciada guerra de lodo que se convidaron los principales contendientes. Y desde la inmundicia, la candidata electa sólo acertó a decir: el enemigo a vencer es Peña Nieto. A que los panistas. Desde que se despiertan, desayunan, comen, cenan y duermen, no están a gusto sin enemigos.



Se equivoca Josefina. El verdadero enemigo de ella es la gestión de sus correligionarios, a ella le van endosar las facturas que le dejan los machines Vicente Fox y Felipe Calderón. De lo que está convencida mucha gente es que el PAN no tuvo capacidad para enfrentar problemas heredados. Antes al contrario, los recrudeció y en unos casos los reactivó. Lo que la gente quiere es que se vayan. Y ella, la ganadora de las primarias del PAN, es parte de ese fracaso: que dejó memorable en Educación o en Desarrollo Social. En esos despachos no dejó huella de un prestigio bien labrado.



Para Vázquez Mota y los otros con los que entrará en disputa por la presidencia, las primarias del PAN deben resultar aleccionadoras.



Primera lección: Dios no tiene candidato, ni tiene partido. Utilizar a Dios en su amplitud simbólica nada tiene que ver con la democracia en una república laica. Quien se mete a la política, a hacer política, sólo puede confiar en sus aptitudes para atender asuntos terrenales de su comunidad nacional. Una vez desarrolladas estas aptitudes está en condiciones de formularse prioridades globales de manera consistente.



Segunda lección. La población ya está curtida en materia de campañas electorales y se ha hecho escéptica. Los que quieran tener la máxima conducción política de este país empezarán desde ya por dar pruebas fehacientes de que manejarán mejor los asuntos públicos. Que demuestren que tienen los elementos de gobernar para todos, de que la ley se aplicará a todos y no será factor para ensanchar las desigualdades. Es inaplazable el compromiso con el Estado de Derecho.



Tercera lección, no propiamente extraída del resultado de ayer, sino de las últimas décadas. La economía de mercado no obedece a una ley inmutable, ni está para repartir equitativamente la riqueza. Por eso el Estado, en tanto captador de recursos públicos, está obligado a ejercerlos no para subsidiar a los que más tienen, ni para hacer fácil el negocio de cada emprendedor. El Estado está para corregir los desmanes sociales que deja el mercado.


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