El aniversario de la Constitución
de 1917 yace en el abandono desde hace más de diez años. La Constitución es una riqueza con la que no
se sabe qué hacer desde que lo nacional, lo local, perdió relevancia en la
óptica global. Como sustituto muy deficiente, el día de ayer la política se
entretuvo con la selección del candidato de Acción Nacional para competir por
la presidencia de la república. Fue niña.
Josefina Vázquez Mota resultó
agraciada dentro de la desgraciada guerra de lodo que se convidaron los
principales contendientes. Y desde la inmundicia, la candidata electa sólo
acertó a decir: el enemigo a vencer es Peña Nieto. A que los panistas. Desde
que se despiertan, desayunan, comen, cenan y duermen, no están a gusto sin
enemigos.
Se equivoca Josefina. El
verdadero enemigo de ella es la gestión de sus correligionarios, a ella le van
endosar las facturas que le dejan los machines Vicente Fox y Felipe Calderón.
De lo que está convencida mucha gente es que el PAN no tuvo capacidad para
enfrentar problemas heredados. Antes al contrario, los recrudeció y en unos
casos los reactivó. Lo que la gente quiere es que se vayan. Y ella, la ganadora
de las primarias del PAN, es parte de ese fracaso: que dejó memorable en
Educación o en Desarrollo Social. En esos despachos no dejó huella de un
prestigio bien labrado.
Para Vázquez Mota y los otros con
los que entrará en disputa por la presidencia, las primarias del PAN deben
resultar aleccionadoras.
Primera lección: Dios no tiene
candidato, ni tiene partido. Utilizar a Dios en su amplitud simbólica nada
tiene que ver con la democracia en una república laica. Quien se mete a la
política, a hacer política, sólo puede confiar en sus aptitudes para atender
asuntos terrenales de su comunidad nacional. Una vez desarrolladas estas
aptitudes está en condiciones de formularse prioridades globales de manera
consistente.
Segunda lección. La población ya
está curtida en materia de campañas electorales y se ha hecho escéptica. Los
que quieran tener la máxima conducción política de este país empezarán desde ya
por dar pruebas fehacientes de que manejarán mejor los asuntos públicos. Que
demuestren que tienen los elementos de gobernar para todos, de que la ley se
aplicará a todos y no será factor para ensanchar las desigualdades. Es
inaplazable el compromiso con el Estado de Derecho.
Tercera lección, no propiamente
extraída del resultado de ayer, sino de las últimas décadas. La economía de mercado
no obedece a una ley inmutable, ni está para repartir equitativamente la
riqueza. Por eso el Estado, en tanto captador de recursos públicos, está
obligado a ejercerlos no para subsidiar a los que más tienen, ni para hacer
fácil el negocio de cada emprendedor. El Estado está para corregir los desmanes
sociales que deja el mercado.
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