El secretario de la Defensa, Guillermo Galván Galván, sabe. Su alta en el ejército mexicano, fechada el primero de enero de 1959, lo dotan de más de cincuenta años vividos en la milicia, amén de su formación académica.
1959 fue el año en que el ejército, instruido por su Comandante Supremo, reprimió al movimiento ferrocarrilero. En mayo de 1962, el ejército bajo las órdenes del mismo Comandante Supremo –Adolfo López Mateos- asesinó a Rubén Jaramillo y a su familia por reivindicar la lucha agraria. En 1968 el ejército volvió a escribir otra página negra de la historia de México, por órdenes de su Comandante Supremo –Gustavo Díaz Ordaz- masacró a los estudiantes que sólo pedían vigencia de las libertades plasmadas en la Constitución. En los años setentas, teniendo como Comandante Supremo a Luis Echeverría, se instrumentó una variante de la Operación Cóndor que se aplicó en el Cono Sur. Allá, para combatir el terrorismo y la subversión, acá en México, para desterrar la producción de goma de opio. Por primera vez de manera destacada el ejército era utilizado para combatir el narcotráfico.
El desgaste del ejército durante más de dos décadas fue mayúsculo, por tal razón se buscó revertir el desgaste y darle una nueva identidad al ejército frente a la sociedad. Desde los ochentas el ejército adquirió un bajo pero muy digno perfil, identificándose como el principal y mejor auxilio de la población afectada por desastres naturales.
El actual Comandante Supremo –Felipe Calderón- ha dado de nuevo un papel protagónico de primer orden a las Fuerzas Armadas para atender su prioridad gubernamental de combatir al crimen organizado. Con el ejército en las calles y en el campo, sin existir enemigo extranjero declarado, la actuación de los militares, en sus distintas denominaciones, se ha realizado en los márgenes de la ley, al grado de producirse violaciones a los derechos humanos de su parte.
Pongo estos hechos para interpretar párrafos medulares del discurso del General Galván, ofrecido con motivo de la clausura de cursos de El Heroico Colegio Militar:
“Integrando la Fuerza Armada permanente y bajo las órdenes de nuestro Mando Supremo, el señor Presidente de la República, preservamos la seguridad nacional en los términos de la ley respectiva, en los ámbitos de la seguridad interior y la defensa exterior de la Federación.
“Esa es la disposición soberana del pueblo mexicano a través del Constituyente Permanente. Emanada de la Carta Magna, nuestra ley orgánica define con claridad la función castrense, asignándonos cinco misiones generales, todas ellas encomiendas honrosas.”
“Para cumplir con estos deberes, invertimos conocimientos y experiencia con verdadera pasión cívica y vehemencia nacionalista, que no pueden darse sin una arraigada lealtad, valor inseparable, insustituible del perfil axiológico, que nos persuade desde el primer día en que portamos el uniforme y las divisas milicianos.
“Sin esa lealtad, lo sabe bien México por su historia, los demás valores de un Ejército o de cualquier Institución, se vuelven en su contra. La lealtad es, también, para nosotros, una actitud ética que reafirma nuestro compromiso de severo apego al Estado de Derecho Constitucional y al fuero de guerra establecido y regulado en nuestra Ley Suprema.
“Este tradicional constreñimiento al marco jurídico nos ha caracterizado como un Ejército granítico, sensato y reflexivo, con plena e incuestionable subordinación al poder civil; sin inquietudes, sobresaltos ni tentaciones.”
Hasta aquí, el General nos reafirma el valor de la institución armada y su apego a la legalidad. ¡Qué bien! Vamos General, estamos con usted.
“Ha sido un infortunio que en los momentos de mayor avance democrático, cuando más se ha impulsado la consolidación y mantenimiento de los grandes objetivos nacionales, tengamos que distraer fuerzas y recursos para afrontar a la criminalidad.” ¡Ah caray! Suerte desdichada, mala fortuna ha querido que la democracia apenas iniciada tenga que afrontar a la criminalidad. El crimen organizado dijo: mexicanos, si tienen democracia los voy a fastidiar.
“Lamentamos la muerte de inocentes. Lo lamentamos con la misma intensidad que nos duelen nuestros soldados fallecidos, sus viudas y sus huérfanos. Somos sensibles al luto, como lo somos ante la cama perpetua del soldado lisiado.” Si se sienten dolidos en el ejército, por qué no prevenir el dolor. Les gusta la vida desdichada o más les gusta el presupuesto que la “guerra” de Calderón les aporta.
“Nada es fácil en esta lucha. Nada y para nadie. Entre más persista la violencia, más imperiosa se torna su erradicación.” Pero la violencia generada por la delincuencia no es su tarea específica.
“Las tesis jurisprudenciales que regulan las operaciones que actualmente realizan las Fuerzas Armadas en apoyo de las autoridades encargadas de la seguridad pública, hoy parecieran insuficientes y rebasadas, ante el evidente escalamiento de la actividad delincuencial, al ámbito ya de la seguridad interior.” Bien lo dice el General, el ejército es apoyo de la seguridad pública. Para eso se ha fortalecido a las autoridades de la seguridad pública, para que el ejército no se meta. Que no se haya hecho bien es otra cosa. La SSP y su Policía, la Procuraduría General de la República y su SIEDO no están bien dirigidas o no están bien diseñadas. En Estados Unidos el ejército no combate al crimen organizado, son agencias del gobierno civil. En Colombia se sacó al ejército de esa lucha y se creó una policía nacional para combatir al narcotráfico.
Prosigue el General: “Por ello, es que hemos planteado respetuosamente renovados recursos legales a través de reformas a la Ley de Seguridad Nacional, con dos intereses centrales: contar con mayores capacidades operativas, con la única aspiración de ser más eficientes y, poner fin al actual statu quo de indefinición que puede generar, de prolongarse, confusión e incertidumbre en mandos y tropas, e incluso, en la propia ciudadanía.” El problema no es la confusión o la incertidumbre en mandos y tropas, el problema es que se ha actuado al margen de la ley, haciendo normal la impunidad en la consecuencia de sus actos, de mandos y tropas. Eso es lo grave. Los militares, tan están a contrapelo de la legalidad, que el General declara: “Celebramos los esfuerzos que el Poder Legislativo hace para dotarnos de este fundamento legal. Estamos listos para su aplicación estricta, acuciosa y con buen juicio.”
Señor General Galván, la Constitución y la ley no están rebasadas. Son las autoridades civiles encargadas de combatir al crimen organizado las que no han estado a la altura de sus responsabilidades, es el modelo económico el que ha disminuido las responsabilidades del estado depreciando su compromiso con la democracia social. El ejército mexicano, no lo olvidemos, se precia de ser popular. La guerra de Calderón lo ha transformado en una guardia pretoriana. La ceremonia del grito de la Independencia y el desfile militar conmemorativo, del 15 y 16 de septiembre recién, lo evidencian.
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