En El Universal, que fue el primer periódico que estrujé, salió la esplendorosa noticia de que Alonso Lujambio declinaba en su aspiración de buscar la candidatura presidencial a postular por el Partido Acción Nacional para el 2012. Bueno, el susodicho nos ha quitado un peso de encima, muchos mexicanos no podíamos dormir de pensar en la tentativa de Lujambio. Muchos es un decir, sólo los filósofos. El argumento del todavía secretario de la SEP para declinar, fue el hecho virtual de que no se encontraba bien apreciado en las encuestas. Si eso fuera regla, entonces el PAN sólo tiene dos precandidatos firmes: Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel, los demás, por el bien de México, deberían hacerse a un lado.
En el trascurso de la mañana, la versión online del mismo diario, difundía las declaraciones del jefe de Lujambio. Felipe Calderón decía que su todavía colaborador tomó la patriótica decisión de abstenerse de buscar el sacrificio presidencial y que lo hacía por amor a México. Bueno, si Lujambio ha tenido el arrojo de reprimir sus aspiraciones presidenciales pues, una vez encarrilados en el rito sacrificial, estaría bien que de una vez renunciara a la SEP y se fuera a un lugar donde hiciera menos daño. Total, Alonso Lujambio está consciente de que la candidatura presidencial del PAN está condenada al fracaso, pues no se pueden remontar doce años de fracasos blanquiazules a cargo de lo que engoladamente nos repite la voz publicitaria como “el gobierno federal”.
Ese fue el principio de la mañana, enseguida, pero en la página anterior de ese mismo diario, encontré una noticia mejor: FCH cambia de lugar su mensaje. Explico. El evento de acarreados que se tenía programado en el Auditorio Nacional el día 2 de septiembre para hablar de los logros alusivos al Quinto Informe de Gobierno, se trasladó al Museo de Antropología y con la pena para muchos invitados, el presidente tuvo que desinvitarlos. La justificación se dio así: “los hechos en los que perecieron 52 personas víctimas de un atentado en Monterrey”. Prudencia, sensibilidad y sobriedad que exige el luto, que no son precisamente las cualidades de Calderón, demeritaron el fasto programado. Se agradece el esfuerzo, pero mejor sería una cadena nacional desde un refugio a prueba de balas y bombas.
De verdad que estas noticias son para celebrar. Lo que no termina de agradar a muchos es que precisamente por lo sucedido en Monterrey no se ha dado una sacudida en el gobierno, en sus mandos que, la verdad sea dicha, debió ocurrir desde las elecciones intermedias del 2009, pues hizo evidente la influencia disminuida del partido en el poder y fue un mensaje que desautorizaba lo hecho durante la actual administración.
Más sorprendente aún, es que de tantos sucesos criminales que ha padecido México en los últimos años, con lo de Monterrey el colmo colmado es como para detonar una explosión de movilización de la sociedad. Estoy aquí sentado y ni la voz convocante de Javier Sicilia escucho. Por amor a México deberíamos movilizarnos.
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