Jueves 25 de agosto de 2011. Ciudad de Monterrey, Nuevo León. Después de las tres de la tarde, llega al Casino Royale un comando de cuatro vehículos automotores. Los ocupantes bajan de sus vehículos con el propósito de rociar de combustible la casa de juego para incendiarla. La acción duró 2 minutos y medio. Resultado fatal: 52 muertos. ¿Por qué lo hicieron? Porque en este país hace mucho que el Estado se ha dedicado a otros menesteres y a una parte minoritaria de la población se le ha hecho fácil hacer de las actividades delictivas y violentas su modo de vida pues tienen la confianza de que no pasa nada. Así de sencillo.
¿Cómo se ha llegado a esa situación? La historia es larga y aquí seríamos repetitivos al recordar que todo esto es posible cuando los beneficiarios de la reprivatización bancaria reventaron las instituciones financieras de las que se hicieron dueños y trasladaron a la sociedad el costo de su irresponsabilidad. Cuando sin escrúpulos funcionarios de una empresa de radio y televisión se reunieron con representantes del gobierno en algún salón de un hotel de la avenida Reforma y pactaron un nuevo arreglo para el negocio de la radio y la televisión. Cuando las pensiones valieron cacahuate porque al gobierno se le hicieron impagables. Cuando los mineros empezaron a caer como moscas y no existió autoridad que iniciara investigación por los crímenes industriales que siguen ocurriendo. Cuando la negligencia acompañada del influyentismo rostizó a 49 niños en una guardería de Hermosillo en Sonora. Son tantas las desgracias que se pueden apuntar para indicar cuándo se pudrió la fraternidad entre los mexicanos, que se me derretirían las yemas de dedos para describirlas y enumerarlas. Pero se sintetizan en una frase: la impunidad nos hace desiguales.
(Intercalo una anécdota macabra: salgo de una reunión familiar donde festejamos el cumpleaños de uno de mis hijos. Alrededor de las once de la noche del sábado 27, entro a la glorieta de la SCOP por la avenida Dr. Vértiz hacia el sur. Intempestivamente el tráfico se hace lento, hay patrullas, ambulancias y cuerpos regados, nada como para definir una colisión por exceso de alta velocidad en esa vialidad)
Volvamos a lo que aquí se pretende explicar ¿Cuándo se acabó la fraternidad entre mexicanos? Cuando dogmáticamente se consideró que el Estado era muy grande y autoritario, que si se le daba un perfil de mayor protagonismo a la Iniciativa Privada –lo que hoy se quiera entender por la IP- y se abría el juego democrático el país entraría a un estadio de civilización superior. En los hechos la IP no ha estado a la altura de su nuevo protagonismo y la democracia ha resultado la mascarada con la que se ha cubierto el autoritarismo conservador que dizque gobierna.
Pero hay algo que resulta devastador en el proceso de degradación del país: descansar la socialización (adopción de valores) en la industria del entretenimiento y debilitar, hasta el desprestigio, a la educación gratuita, laica y pública. Para ello se ha requerido de la connivencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Si en este momento se hiciera una encuesta entre adolescentes sobre letras de narcocorridos o de “regueton”, seguro responderían con agilidad deslumbrante. Igual si se les preguntara sobre los jugadores del Barcelona y el Real Madrid. Pero qué trabajo les daría responder sobre las obras literarias que han influido en su manera de ver las cosas. Simplemente no leen, es un fastidio. Y en ese sentido la comunicación digital los ha hechos más perezosos. La paradoja de cómo un avance tecnológico resulta en un retroceso respecto al valor de la fraternidad.
El modelo que se adoptó para derruir al ogro filantrópico ha resultado un fiasco. Ya no se puede insistir en esa alternativa fallida y nefasta. No hay que esperar a que lleguen las elecciones del 20112. Desde ya todos tenemos que movilizarnos en contra del crimen organizado, del neoliberalismo y de Felipe Calderón. Ese es el contenido contestatario de las marchas por venir.
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