El viernes 12 de agosto, el periódico Reforma encabezó su noticia principal así: “Dejan a juventud sin divino tesoro” El fondo de la información exponía una estadística sobre la realidad del empleo de los jóvenes al margen del derecho laboral: la mayoría de los jóvenes que ha encontrado empleo no cuenta con un contrato escrito, ni tiene vacaciones pagadas, aguinaldo, tampoco está organizado para defender sus derechos. La ley es ignorada no sólo por el empleador, sino también por la autoridad que está obligada a tomar cartas en el asunto.
El derrumbe del derecho laboral que se quiere consumar con la reforma en la materia parte del principio de que eliminando derechos del trabajador las empresas mexicanas serán más competitivas y productivas para tener más ingresos. Es un argumento engañoso, lo que sucede con la negativa de hacer efectiva la norma laboral vigente es desposeer al trabajador de una porción de la riqueza generada y trasladarla a otra parte, en primera instancia, a su empleador. No hay una relación directa con la competitividad y la productividad, al menos no conozco una demostración al respecto. Es el viejo truco de capitalizarse por la vía de la reducción del salario en sus agregados de prestaciones económicas. No se toma en serio la competitividad y la productividad por la vía de la inversión en educación, en ciencia y tecnología. De lo que se trata es de modular el desempleo estimulando, eso sí, la competencia entre los que buscan empleo donde la calificación es un estorbo para quien la posee.
Se les olvida a todos aquellos que ven el derecho laboral bajo el filtro del cálculo económico, es decir, de la codicia. Se les olvida que en sí mismo el derecho laboral ha tenido un efecto civilizador que contribuye a la armonía, a un orden respetuoso en el centro de trabajo y que alcanza a llegar a la vida en familia, porque de algún modo el trabajo bien retribuido y estable forma esperanzas de un ingreso cierto.
Qué han obtenido en su beneficio los jóvenes con la precarización del trabajo: nada. Por el contrario, su propia autoestima se pulveriza por la puerta falsa de las adicciones o los conduce a engrosar las filas de la delincuencia. No nos extrañe que el trato dado a nuestros jóvenes constituya una fábrica de resentidos.
Pero desde el gobierno, en voz de Javier Lozano, la realidad se simplifica, hay desempleo porque existe rigidez normativa o porque los jóvenes no saben elegir la carrera que les ofrezca ingresos suficientes (La Jornada 13-08-2011) El problema, sr. Lozano, es el capitalismo salvaje que requiere altas tasas de desempleo, utilizar fuerza de trabajo insuficientemente calificada y liquidar las normas que protegen al trabajador. Y es el mundo que se le ofrece a los jóvenes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario