miércoles, 25 de mayo de 2011

Detrás de las sotanas y desde los sótanos de la ultraderecha



Acusa de intolerantes al grupo de jóvenes que lo increpó, de eso acusa Felipe Bravo Mena, en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM. Ocurrió el martes 24 de mayo, alrededor del mediodía, cuando el abanderado del PAN que contiende para ser gobernador del Estado de México se disponía a salir del auditorio donde realizó un evento proselitista.

¿Tiene la calidad moral para acusar de intolerantes a esos jóvenes? Él, precisamente la persona que ha formado parte de una organización integrista como El Yunque no es quién para acusar. La anécdota de ayer, no es más que eso, es útil para recordar al electorado mexiquense el perfil velado, no publicitado en 360°, de Bravo Mena. Político oriundo de León, Guanajuato. Todo lo que entiende acerca de la política pasa por el filtro de la iglesia católica. No es un político laico, aunque la fachada democrático-liberal de la que ha depredado el panismo de un tiempo a esta parte lo define como un político hipócrita. Fue de los acólitos que promovió la realización de oficios religiosos a Santo Tomás Moro para arraigarlo como santo de los políticos, dicha propuesta prosperó tanto como el aliento final de otro yunquista, Carlos Abascal Carranza.

Bravo Mena no acepta o no reconoce íntimamente que la política en México y la sociedad son y siguen siendo laicas. Lo que le gritaron en la FES Acatlán no fueron mentiras, y si lo fueran, tiempo suficiente ha tenido Bravo Mena para desmentir documentadamente lo que ha documentado el periodista Álvaro Delgado. Los estudiantes fueron majaderos, pero no mentirosos.

Bravo Mena pertenece a la santa alianza: Yunque-Coparmex-PAN. No lo distingue un activismo que defienda las causas de la sociedad civil. Tampoco tiene experiencia notoria con responsabilidades públicas de gobierno. Este yunquista ya fracasó en elecciones para ser gobernador en el Estado de México, ya fracasó en elecciones para ser presidente municipal de Naucalpan. Senador plurinominal. Esto es, no ha pasado aprobatoriamente por el ácido de las urnas por que la ciudadanía no lo quiere. Si quiere “guanajuatizar” el Estado de México debe saber que los mexiquenses no lo dejarán.

De algo servirá esta anécdota, para dejar registrado que se acabó el manto de protección simbólica del que han gozado los panistas que se asumían como depositarios de la “moral”, quienes podían decidir qué es lo bueno y que es lo malo, ajenos a la mentira y con manos limpias. Eso se acabó. Estamos ante la oportunidad de barrer la patraña que supone al PAN como dechado de honestidad. En el Estado de México se inicia la debacle del PAN, que sólo se podrá evitar por métodos autoritarios, ajenos a la legalidad.

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