Desde los Estados Unidos llega la noticia de un nuevo operativo en contra del tráfico ilegal de armas. El propósito es claro, reparar los daños causados por las medidas que con anterioridad fueron inútiles para evitar el equipamiento armado de la delincuencia fuera de sus fronteras. Es un operativo que bloquea el comercio de armas hacia el exterior sin afectar el mercado interno de los estadounidenses. En el nombre se nota ánimo de corrección: Rápido y Legal.
También de Colombia llegan buenas noticias. El gobierno de aquel país ha iniciado una política de cero tolerancia al cultivo de la coca, planta que es la base para la producción de cocaína. A través del rastreo satelital y con erradicación de sembradíos con tecnología laser. Los terrenos recuperados serán habilitados de acuerdo a su vocación productiva y para acondicionar servicios ambientales.
Las buenas noticias se suceden en cascada. El secretario de Hacienda ha intervenido los bancos que operan en el país y que han servido de lavandería al crimen organizado. Se esperan multas multimillonarias. En feliz coincidencia, el arzobispo primado ha hecho una denuncia ante el ministerio público donde da nombres y localización de los capos de la mafia. Sin secreto financiero, sin secreto de confesión, la delincuencia organizada ha recibido un revés durísimo.
En consonancia con el temporal, por fin el gobierno ha tomado por los cuernos el problema de la corrupción, un cáncer que ha alcanzado una estimación comparable con el 25% del Producto Interno Bruto en su valor. Se han arraigado a los oficiales mayores de las secretarias de estado y de la información recabada se iniciaran las denuncias. Sin caer en dilaciones, los funcionarios de cualquier nivel que les sea imputable la acusación por la malversación de recursos serán llevados ante juez.
Tras jornadas y jornadas de movilización ciudadana, por fin se ha dado forma a un pacto social que tiene como objetivo aliviar las heridas producidas por el neoliberalismo en el cuerpo social. Se afirma que el libre mercado no puede ser asumido doctrinariamente como ley, pues un mercado sin normas es incentivo para la impunidad, precursor del delito, depredador del medio ambiente, corruptor de los lazos familiares, destructor del tejido social.
Hondo respiro, viento y la lluvia han removido la atmósfera opresiva o ¿Dónde ha pasado todo esto? En lo más profundo del sueño, en los deseos obsesivos que abrevan del insomnio.
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Y pensar que hay imbéciles que quisieran legislar para revivir los tiempos en que existía el delito de disolución social o quieren que vivamos la pesadilla del militarismo que asoló a Sudamérica.
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